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El más poderoso

Las inversiones del KIO alcanzan un nivel similar al del presupuesto español

No son amigos de la concreción. Ni de la cifra exacta. Ni del balance público. Ni de dar sus señas ni tarjetas. Pero manejan fondos equiparables al entero Presupuesto del Estado español; se refieren vagamente a su porcentaje del 5% en el primer banco peninsular, el Central, en términos de "una pequeña participación en un banco"; pasean con extrema discreción su presencia por todos los continentes, a la búsqueda y captura del mayor dividendo posible. Son, aproximadamente, el primer grupo inversor del mundo: el Kuwait Investment Office (KIO). El más poderoso.

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¿Aproximadamente? Eso parece, puesto que mueven una cifra de negocios que podría oscilar entre los 20.000 y los 60.000 millones de dólares, según declaran. Traducido a pesetas, el mareo oscila entre 2,5 y 7,5 billones de pesetas. Todo ello en pura aproxima ción, una historia de las mil y una noches en que las cuevas repletas del tesoro aparecen sólo en sueños. Pero los sueños, mitad míticos, mitad de carne y hueso existen."Nuestra primera regla es no tener reglas", suele comentar a sus amigos el poderoso Jaled Jaffar, vicepresidente del KIO. Y aunque la especialidad de la casa es desde los primeros años cincuenta, el estudio de las inversiones a realizar con la lupa del laboratorista y la paciencia del aspirante a Premio Nobel, las excepciones también se producen. Es, por ejemplo, el caso de la mediadora británica Exco, adquirida en 1986 tras larga negociación por una cifra de 100 millones de libras esterlinas.

La adquisición de la Exco como otras realizadas por el grupo, se pretendía a largo plazo, porque la filosofía de la oficina es que cada gota de petróleo surgida de la entraña de la tierra se convierta en un grano de mostaza para una suerte de inagotable fondo de pensiones del Estado kuwaití. Y de sus habitantes Pero, en un abrir y cerrar de ojos el largo plazo se convirtió en brevísimo lapso de tiempo, menos que un ábrete Sésamo: antes de haber transcurrido una hora, la oficina había enajenado la empresa recién comprada con un beneficio líquido de 10 millones de libras, 2.000 millones de pesetas.

La agilidad árabe de los directivos kiotas tiene algo de estuca do de la Alhambra, pero también de marquetería de caja de caudales de su raza vecina y contrincante, la financiera por excelencia. El olfato de Jaled Jaffar, y de su jeque Mohamed al Sabah, se ha complementado con la solidez victoriana que le otorga su permanente instalación en la City londinense. Parece un contrasentido histórico, un residuo del pasado, y es solamente, sin embargo, el tributo a una herencia que marcó sobre la linotipia las reglas de oro del dominio de las comunicaciones, en aquel caso marítimas. Un tributo, además, pragmático. Porque, pese a todos los pesares, Europa sigue siendo quizá no la más potente cuna, pero sí el mejor nudo arterial para un imperio financiero que se quiere mundial.

Este rasgo victoriano y europeo, aunque pasado por la ofimática y el jet particular que traslada a sus principales dirigentes, se combina con ajuste máximo a una mentalidad del negocio que tiene mucho de americana. Así los nuevos países en los que el KIO pretende invertir son los del área de la ribera del Pacífico, lo que los negociantes norteamericanos han conceptuado como Pacific Rim, por constituir la zona de privilegio en recipiendar sus inversiones exteriores, tanto financieras como en bienes de equipo: Taiwan, Corea del Sur Tailandia y, cuando abra sus fronteras, la India.

Esa es, quizás, una aproximación al globo terráqueo realizada con sabor californiano. Pero, al mismo tiempo, sustentada en un poderío clásico, de corte trilateral. Estados Unidos, Japón, el Reino Unido y la República Federal de Alemania son, por este orden, los países en que existen -en la mayor parte de casos, discretamente desenvueltas- las principales inversiones del Estado kuwaití.

Un modelo para cada país

En cada país emplean un modelo de participación distinto, según las conveniencias del caso. Así, por ejemplo, en Hong Kong y la República Federal Alemania son frecuentes las inversiones de hasta el 100% del capital. En Hong Kong, el KIO posee más del 40% del Dao Heng Bank, una de las pocas entidades en las que, al igual que en Torras Hostench, están presentes en su consejo de administración. Pero no hay reglas de oro y menos reglas fijas. En las alemanas Daimler Benz y Hoechst, por ejemplo, participan en un 18% y un 24%, respectivamente. En la Volkswagen de Brasil la participación se limita al 10%. En Malaisia prefieren tomar paquetes del 30%.

Estados Unidos intervienen a través de partners que controlan entre el 80% y el 90% del capital. En este país y en Australia es donde han canalizado sus mayores inversiones inmobiliarias. Sólo en la isla de Manhattan, las propiedades del KIO superan los 600 millones de dólares. En el Reino Unido compraron hace 10 años, a través de un oferta pública de acciones, el 100% de St. Martin Property Corporation.

Italia, curiosamente -salvo algún pequeño paquete en Bolsa- apenas cuenta, quizá porque al genio pérsico le cueste enfrentrase con el genio mediterráneo. España empieza a contar, aunque muy poco, menos de un 1 % en la cifra de negocios del KIO, a través, sobre todo, de la apabullante operación financiera emprendida con la papelera catalana Torras Hostench, SA, sin precedentes en la historia financiera española.

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