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Moda

Rosa Montero

Arrabal acaba de dedicar una obra suya a Ignatius, héroe de La conjura de los necios, cosa que prueba una vez más el éxito de la novela de O'Toole. En cambio, nadie parece recordar a Enderby, el protagonista de Enderby por dentro, al cual Ignatius se parece como un aguado calco. Enderby, creado por Burgess en 1963, es más aerofágico, más pedorreante, más endemoniadamente humano; más risible y trágico que Ignatius. O eso creo. La tragedia persigue a Enderby de tal modo que Ignatius, su copia, se ha hecho tan famoso como una estrella pop, mientras él se pudre en el olvido entre regüeldos. Son cosas de la moda.Comúnmente pensamos que la moda es un código arbitrario que sólo rige lo trivial: la longitud de las faldas, por ejemplo. Pero la moda va mucho más allá, abarca lo ético y lo estético. Se me ocurre que, en la sociedad de consumo en que vivimos, la moda viene a ser como nuestra conciencia colectiva: a fin de cuentas nos ordena qué querer, en qué creer, cómo pensar. Moda debe de ser que un gran escritor como Burgess no reciba el reconocimiento que merece; quizá, quién sabe, a los ateos les irrite su obsesión católica y a los creyentes les chinche la feroz crítica religiosa que el escritor practica. O puede que Burgess pertenezca, como Nabokov, a esa categoría de grandes genios malditos, individualistas, respondones, ajenos a los grupos y a las modas, que para mayor ofensa poseen éxito comercial y a los que, en castigo a su indocilidad, jamás se concederá un Premio Nobel. Moda es, sin duda, que la literatura latinoamericana se venda en toda Europa a toneladas, mezclada la calidad con la farfolla, mientras que novelas de la categoría de La ciudad de los prodigios, de Mendoza, quizá sufran un errático futuro extrafronteras. Y moda es que, arropados por el prestigio de EL PAÍS, a los columnistas se nos suela otorgar, a prior¡, un crédito mayor a la hora de juntar adjetivos o de enhebrar conceptos. Ni tan siquiera soy original al concluir que nuestra sociedad vende del mismo modo la cultura, la coca-cola y los chorizos.

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