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Crítica:FIN DE AÑO EN TVE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos años, dos noches

Vicente Molina Foix

Joaquín Sabina hizo un guiño a la cámara mientras se marcaba un baile muy agarrao con Ana Belén. Y todo coreado por las voces blancas de Miguel Ríos, Rosa León y Víctor Manuel. Era la parte noble de la noche.La reunión de finos que TVE había organizado para la hora de la cena de los españoles que ese día cenan en casa: una fiestecita progre de viejos amigos y compañeros de viaje, que no eludía la nostalgia, con las imágenes retrospectivas de todos ellos más jovencitos y más cutres, ni la historia sentimental, con la presencia de Amaya, la antigua cursi de Mocedades hoy recuperada como pico de oro del género cantautor.

Acabada esa conmemoración, y tras el intervalo tradicional de la Puerta del Sol, con un pobrísimo show de rayo láser y otras técnicas modernas, venía -ya caldeados los espíritus por la abundante libación que se supone en esas horas- la noche más hermosa de la primera cadena de Televisión Española, con el epectáculo transmitido en directo desde Prado del Rey, Viva 87: la noche de los tiros largos, que otros llaman de los muertos vivientes. Noche de interminables rondas de humoristas, agravada este año por la enorme pérdida de Martes y Trece. Su ausencia era todo un presagio de mal fario.

Más información
El '87' que no apareció

Sin embargo, esa segunda noche de Televisión Española empezó bien. Concha Velasco, que repetía, volvió a mostrar sus dotes de entertainer, y los humoristas Tip y Coll contaron un chiste de mucha hondura hermética, que no me resisto a referir aquí, pensando en los que estaban de cotillón: "Este año, los tres Reyes Magos serán Camacho, Redondo y el duque de Alba". "¿Y por qué el duque de Alba?". "Porque siempre tiene que haber un negro".

En la mejor tradición foránea del music-hall, Navarrete presentó una castiza versión del número de los basureros de My fair lady, aquí interpretado, en clave feminista, por la Velasco, una rutilante Mayra Gómez Kemp y Bibi Andersen contra Raúl Sender y Francisco Valladares.

Estupenda recreación, que dio la tónica de una en general entonada realización, la mejor que recuerdo en este tipo de programas, con buen aprovechamiento del directo, un decorado atractivo, y un ritmo poco accidentado.

Humoristas

Abundaron los chistes de las partes de Butragueño, que el estoico delantero madridista tuvo ocasión de rebajar con su presencia filmada en pantalla, felicitando discretamente las fiestas.En general, los humoristas más sosos -Vieyra, Félix el Gato, Montty, Carabias, Manolo de Vega- quisieron celebrar la nueva era mironiana con un alarde verdaderamente llamativo de bromas de gusto escatológico: culos, pedos, pis, falos y demás adminículos y jugos corporales. Una caca.

En los desmayos de una noche tan larga (el programa acabó al dar las seis de la mañana), no era un mal deporte cotejar los estilos, tratar de averiguar si el estilo Miró era más atrevido o más conservador que el de Calviño. La cosa quedó en tablas. Era grato ver ballet por vez primera en estas ocasiones, pero modernidades sólo hubo una: Nina Hagen, tan deliciosamente extrafalaria como siempre.

Junto a ella, retorno a los orígenes, en la forma de primitivos: la absurda retransmisión de la loto y el revival de los imperecederos Manolo y Ramón, el Dúo Dinámico. Lucían tan lozanos que no me cabe duda de que ambos guardan en lo más frío de algún desván sendos retratos de Dorian Gray retorcidos de arrugas.

Quizá el año pasado, la infausta Cicciolina se dejó ver más cosas, pero Miró ha sido muy generosa con el feedback.

Lo mejor

Eloy Arenas pudo ayer hacer in situ un referéndum crítico de la programación televisiva, y casi cada artista que salía a escena tenía su inmediata réplica esperpéntica.En este capítulo se dieron, a mi juicio, los mejores momentos de la velada. Bibi Andersen, muy eficaz con sus plátanos, fue imitada por un Moranco, mientras el otro se ensañaba jocosamente con Lola Flores.

Y Raúl Sender hizo una extraordinaria mímesis de la mamá de la Pantoja, caliente aún la actuación de prima Silvia, la enésima del clan.

Al final no se evitó la españolada. Concha Velasco subió a los controles y se prestó a cantar con desvergüenza los grandes aciertos del equipo de técnicos, en el ya tópico expediente nacional de echarse méritos por si los otros no lo hacen. No hacía falta. Resistir ante el televisor hasta esas horas era el mejor elogio, el único aceptable.

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