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Reportaje:

Saturnino Ocampo

El periodista-guerrillero que ha logrado el alto el fuego en Filipinas

Saturnino Ocampo nació un Viernes Santo de 1939 en una familia de campesinos, en el pueblo de Santa Rita, en la provincia de Pampanga, al norte de Manila. Nada dejaba prever que 47 años después firmaría el acuerdo de alto el fuego entre el Ejército y la guerrilla en Filipinas, interpretado por muchos casi como un milagro, uno más de los múltiples que va sumando el cambio político filipino en esta especie de cruzada político-religiosa que capitanea la presidenta, Corazón Aquino, dice que bajo las recomendaciones de sus asesores de formación jesuítica y del influyente cardenal Sin.

"Tengo gran respeto por lo religioso", explica Ocampo, en el Club de Prensa, "a pesar de mis convicciones políticas". Niega, al menos de forma abierta, pertenecer al Partido Comunista de Filipinas -clandestino- y sólo se dice un "luchador por la justicia social del pueblo filipino"."Hasta los 17 años", continúa Ocampo, "trabajé en el campo, hasta que decidí bajar a Manila en busca de mejor fortuna". Fascinado por el periodismo, entró en 1964 como ayudante en el prestigioso Manila Times, el diario en inglés más influyente en el sureste asiático en la época, antes de que fuera cerrado y confiscado por la dictadura de Ferdinand Marcos, y hoy nuevamente en la palestra, en competencia con otros 20 diarios en Manila.

"Estudié, tuve suerte y llegué a ser el jefe de sección de Economía del Manila Times", sonríe. Recuerda que muchas veces los directivos del diario le preguntaban cómopodía compaginar su ideología marxista con los autorizados artículos de economía capitalista que firmaba. Y es ahí, en ese arte de lo que parece ser su cohabitación de ideas y en su flexibilidad, donde Ocampo logró sacar adelante el delicado compromiso de un alto el fuego entre el Ejército y la guerrilla en Filipinas, por un plazo de 60 días, como base a unas próximas negociaciones de paz. Perseguido y detenido por el régimen de Marcos, Satur Ocampo fue encarcelado en 1976 acusado de estar envuelto en operaciones de envío de armas a la guerrilla. "Escapé", sonríe, "años más tarde, aprovechando una salida vigilada para poder votar en el Club de Prensa, del que era presidente".

Recuerda que estaba pendiente de juicio, pero con el desmantelamiento de los tribunales militares por parte del nuevo Gobierno de Corazón Aquino "mi caso está en el limbo", ironiza Ocampo. "No, yo nunca he disparado un solo tiro y mí naturaleza es pacifista", explica Ocampo, al lado de su esposa, Carolina Malay, la tercera personalidad protagonista del acuerdo de alto el fuego. Ocampo precisa que recomendará a sus seguidores que se abstengan de votar en el próximo plebiscito (que deberá aprobar o rechazar, el próximo 2 de febrero, la nueva Constitución de Filipinas) "porque nuestra primera labor está en informar y educar al pueblo para que luego elija libremente". Para el ex periodista Satur Ocampo queda claro que el alto el fuego es sólo un primer paso para las negociaciones de paz entre guerrilla y Gobierno de Filipinas, sólo alcanzable, según Ocampo, si hay una profunda reforma agraria, soberanía nacional (aboga por la retirada de Filipinas de las bases militares estadounidenses) y justicia social. Tal es la filosofía del periodista-guerrillero que de las cárceles de Marcos ha saltado al primer plano de la actualidad mundial, tras un largo recorrido entre arrozales filipinos.

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