El hombre que llenó las plazas de toros
"Aquí, quien llena las plazas de toros soy yo". Esta frase, pronunciada por Manuel Fraga poco después de las elecciones legislativas del pasado mes de junio, contribuyó a encrespar aun más los ánimos de quienes, dentro de la propia Alianza Popular, criticaban los modos personalistas y despóticos" del líder conservador. "Un carácter irrepetible, un conservador a la antigua, que exigía lealtades incondicionales y daba muy poco; pero, al mismo tiempo, era un hombre con indudable magnetismo y fuerza, que te hacía seguirle casi contra tu voluntad". Así le definió ayer uno de los críticos que, hace poco más de un mes, abandonaron el partido.Fraga celebró su 64 cumpleaños en una discoteca bilbaína, en plena campaña electoral vasca, sabiendo que alcanzaría la edad de la jubilación sin haberse sentado jamás en el sillón presidencial de la Moncloa. Su optimismo sin resquicios, su entusiasmo, se habían desvanecido hace semanas, cuando comprobó que la fuerzas económicas, "a las que yo creía representar", le volvían la espalda, según confesó hace dos días a uno de sus íntimos.
El regalo de los bancos
De su viejo estilo quedaban, sin embargo, algunos modos bruscos -como los que empleó para responder a un periodista durante un desayuno de trabajo tres días antes de su dimisión- y su afán por la acción. Hasta que, finalmente, se estrelló contra un árbol, su Volvo verde, regalo, entre otros, del presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, cuando aún era uña y carne de los siete grandes de la banca, se hizo célebre en todas las carreteras españolas.
Todavía horas antes de dimitir tenía planeado un viaje relámpago a Valencia, tras haber pasado el fin de semana en Málaga (donde aseguró que no había crisis en AP) y Ciudad Real. Todo ello tras haber consumido diez días recorriendo el País Vasco.
Allí comprobó que ya no llenaba plazas: ni siquiera logró completar el cine de Vitoria en el que, el pasado viernes, protagonizó el mitin que clausuró la campaña. Ese fue, sin duda, otro de los factores que aceleró una dimisión anunciada.
Trabajar sin descanso
Su pasión por la actividad le llevó a instalar un ritmo de trabajo frenético en la sede central de Alianza Popular, en la calle de Génova, donde, desde las reuniones matutinas con sus colaboradores -maitines- hasta última hora de la tarde, se trabajaba sin descanso. "Contra lo que parecía, sí escuchaba, y en ocasiones hasta hacia caso de los consejos que se le daban", comentó ayer uno de los mas asiduos asistentes en los últimos tiempos a estas reuniones. "No era rencoroso, olvidaba pronto los fallos, aunque sus explosiones de cólera momentánea eran terribles".
Solamente tres o cuatro personas le tuteban en la sede aliancista: su cuñado, Carlos Robles Piquer, Álvaro Lapuerta, el tesorero Ángel Sanchís y, naturalmente, el fallecido José María Ruiz Gallardón. Para ellos, como para muchos campesinos gallegos, Fraga era y es "Manolo". Para los demás exigía un tratamiento mucho más distante: "yo soy una persona seria y exijo respeto", es una frase que han podido escuchar muchos periodistas.
Pocos dirigentes políticos pueden exhibir su currículo, y Fraga jamás olvidó citar sus realizaciones, fuesen éstas paradores de turismo o leyes de prensa, aunque, paralelamente, sí olvidara algunos puntos negros de su larga biografía. Las anécdotas que retratan su carácter se han hecho famosas: al joven cura Mariano Gamo, que se negaba a secundar sus planes de flamante ministro de Informacion y Turismo, le advirtió: "Joven, acaba usted de perder una initra". Aunque posteriormente lo haya negado, testigos presenciales afirman que, al menos en una ocasión cortó el hilo telefónico cuando se celebraba en su presencia una conversacion que no le era grata.
Mayoría natural
Su táctica y su estrategia al frente de la oposición conservadora habían sufrido constantés bandazos, en parte consecuencia de su afán por ceder posiciones tratando de favorecer la formación de lo que llamaba "mayoría natural"; así, pasó de predicar el sí a pedir la abstención en el referéndum sobre la OTAN, o a inclinarse por un partido único en lugar de mantener su Coalición Popular cuando así se lo pidió una mayoría de los dirigentes del partido. La presentación de la dimisión, cuatro días después de asegurar que "mi sucesión, gracias a Dios, no está abierta", ha sido el último de sus bruscos giros políticos.
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