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Crítica:EL CINE EN LA PEQUEÑA PANTALLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un 'western' de estirpe

Traducida en España con un Río de sangre fuera de lugar, The big sky o El gran cielo es una trepidante y hermosa película que Howard Hawks realizó entre 1951 y 1952, en un momento de inflexión de las tradiciones del western, cuando este género comenzaba a reflexionar sobre sí mismo y extraía algunas dolorosas conclusiones de sus arsenales. Sobre todo, en lo relativo a su tratamiento, despiadado cuando no bestial, de la patética figura del hombre indio y sus seculares modos de vida que los colonos blancos pisotearon, en un genocidio sin precedentes en la historia de la colonización del continente americano.Río de sangre pertenece a la estirpe de películas del Oeste que -como Flecha roja, de Delmer Daves; La puerta del diablo, de Richard Brooks; Más allá del Misuri, de William Wellman, y otros filmes que siguieron el impulso iniciado unos años antes por John Ford en Fort Apache- desvelaron la mala conciencia del western tradicional respecto de los pueblos aborígenes sobre cuyo sangriento exterminio se desarrolló la turbia epopeya nacional de Estados Unidos.

La aventura de explorar

Río de sangre cuenta la desmelenada aventura de un esfuerzo colectivo y febril: el remonte de un río inexplorado, la magnífica aventura de un puñado de hombres de espíritu práctico que, con un arma homicida en la mano, "buscaban castores y encontraron la gloria". Río de sangre lleva dentro, por esa causa, el rito connatural a la poética más profunda del cine del Oeste, la imagen de una frágil penetración humana en duros territorios vírgenes, lo que da a las barcazas de los exploradores del río cierta condición de sondas cósmicas, de esfuerzo lleno de universo.A un lado y otro del río está el territorio hostil de los espacios profanados. Y en estos espacios, detrás de los matorrales de las sirgas, acecha la punzante mirada del indio en forma de amenaza y de contrapunto elegíaco al practicismo de aquellos profanadores de tierras sagradas.

El juego, con este simple despliegue de metáforas que chocan entre sí, queda casi totalmente diseñado. Y la mano del mago sutil, transparente e irónico que se llamó Howard Hawks las empuja hacia adelante y hacia arriba, en un alarde de poema épico en continuo ascenso material y moral: a medida que la horda blanca asciende en el remonte del río, a medida que los grandes cielos se abren ante la profanación del hombre blanco, hay un paralelo ascenso lírico, un ritmo de crecimiento hacia la punta de una aventura en la que la historia humana es concebida, a la manera de Howard Hawks, como un juego, como un deporte.

El vertiginoso ritmo de Río de sangre, su tumultuoso desarrollo a través de composiciones visuales en perpetuo movimiento, da una idea del cine como afluencia torrencial de sucesos, es decir, como río humano, en cuyas fuentes está el encuentro del hombre blanco y del hombre indio, despojados de adherencias culturales y reducidos a animales generosos que por primera vez se miran a los ojos y se reconocen como hermanos. El vitalismo de Hawks está allí, a lo largo de este bello filme, remontando las corrientes con su alegría de vivir y haciendo de una dramática aventura un divertido deporte. Hawks, preludiando en este Río de sangre sus futuros y magistrales westerns, al mismo tiempo humorísticos y trágicos, expone con singular agudeza la reconciliación del pecado original de su raza con quienes fueron sus víctimas. De ahí que Río de sangre sea una emocionante película, que aborda, sobre una anécdota contingente, un asunto eterno.

Río de sangre se emite hoy, por TVE-2, a las 19.00 horas.

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