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AJEDREZ

La última partida del Mundial terminó en tablas

Leontxo García

La última partida de la revancha del Mundial de ajedrez terminó en tablas, acordadas telefónicamente por Gari Kasparov y Anatoli Karpov en la madrugada de ayer. El juego quedó aplazado el miércoles por la noche en clara posición de empate porque, al parecer, Karpov quería evitar que el público aplaudiera a Kasparov, que retiene el título de campeón del mundo tras ganar este encuentro por 12,5 a 11,5.

Kasparov y Karpov acudieron ayer al hotel Leningrado, sede del encuentro, para con ceder sendas entrevistas a las televisiones soviética y británica. El ex campeón presentaba un aspecto mucho más saludable que hace un año, cuando perdió el título en el segundo enfrentamiento con Kasparov. Su próxima actuación será en el torneo de Tilburg (Holanda), que comienza dentro de una semana.Kasparov se mostró muy jovial y relajado. Aseguró que seguirá luchando contra el filipino Florencio Campomanes, presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y pronosticó el triunfo de Karpov frente a su compatriota Sokolov en la final del torneo de candidatos, que se celebrará en Linares a finales de febrero. Tras la ceremonia de clausura dei mundial que se celebrará hoy, Kasparov se trasladará a Baku, capital de Aserbaiyán, para recibir el homenaje de sus paisanos.

El tiempo, clave

Los apuros de tiempo de Karpov en varias partidas han sido especialmente influyentes en el resultado final. Su juego durante los 10 años como campeón mundial destacó, sobre todo, por la precisión y la rapidez. En las contadas ocasiones en que Karpov invertía mucho tiempo en una jugada, ésta era seguida, por una serie de movimientos casi automáticos. Karpov tenía una confianza total en su intuición y en su capacidad de cálculo.Sin embargo, el ex campeón se muestra inseguro contra Kasparov. De la impresión de que Karpov soporta peor el peso psicológico de los maratonianos enfrentamientos entre ambos. En varias partidas Karpov pensó una jugada durante 20 o 30 minutos y la siguiente durante 15. En ajedrez, el precio de este derroche de tiempo suele pagarse en la fatídica quinta hora, cuando los minutos disminuyen y los nervios aumentan.

Los expertos se preguntan todavía qué extraño motivo pudo inducir a Karpov a consumir su último día de descanso tras las tres victorias de la parte final del encuentro. En la historia del Mundial, el derecho a la revancha ha existido de manera intermitente. Pero desde 1986, cuando Lasker ganó por segunda vez a Steinitz, ningún campeón había logrado imponerse en el encuentro de desquite. Kasparov también estuvo a punto de fracasar, a pesar de su claro dominio en las 16 primeras partidas. Entonces pecó de soberbia, al intentar humillar a Karpov planteando el juego sin ninguna precaución táctica.

En la última fase del encuentro, Kasparov tuvo varías oportunidades de lanzarse al ataque como en él es habitual, pero supo nadar y guardar la ropa, con la idea fija de que el empate final le favorecía. El triunfo decisivo llegó en la partida 22, modélica en cuanto a la precisión de Kasparov para aumentar paulatinamente la pequeña ventaja conseguida en la apertura. Las últimas jugadas y sus posibles variantes son de las que elevan al ajedrez a la altura del arte.

A efectos prácticos, el encuentro terminó en la penúltima partida. Karpov, con blancas, necesitaba ganar imperiosamente. Kasparov, jugando desde el fondo de la pista, maniobré con sus piezas en el poco espacio disponible hasta lograr una simplificación masiva que garantizaba el empate. Karpov ofreció las tablas con una sonrisa en los labios.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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