El Magdeburgo buscó el gol hasta con su portero
ENVIADO ESPECIALEl Athlétic de Bilbao lo pasó mal en Magdeburgo, pero salvó una eliminatoria que se complicó enorniemente más por sus errores que por el talento del equipo alemán oriental. Los jugadores alemanes acorralaron al conjunto vasco hasta el extremo de que Heine, su giiantesco portero, acudió al final al area del Athlétic para intentar cazar algún balón por alto.
Los rojiblancos se empeñaron en facilitar la tarea al Magdeburgo. Al menos, el Athlétic no cumplió el primer mandamiento en las competiciones europeos: sacar provecho de las ocasiones, que generalmente son muy escasas. El Athlétic tuvo dos. Y ambas las falló Endika; la primera, tras desperdiciar uno de esos regalos que envía regularmente Argote, mientras que en la segunda hay que resaltar la buena colocación de Heine, que detuvo junto a un poste un remate que merecía haber entrado.
El Magdeburgo fió toda su suerte a la habilidad de Wuckel, un delantero de 19 años que puso en evidencia a Goikoetxea, despistado y nervioso durante todo el partido. Wuckel adivinó que su baza no era otra que llevar el balón al suelo y pasarlo con rapidez.
Fueron, por tanto, los fallos propios los que ensombrecieron el panorama del Atlilétic. El Magdeburgo jugó con piloto automático desde el primer minuto. Un juego ni lento ni rápido, ni fuerte ni flojo, ni técnico ni tosco.
El gol no alteró el rumbo del partido. Voluntariosos, con las orejeras puestas, los alemanes trataron de llevar el balón hasta la portería de Biurrun. Todos, cuadriculados, menos Wuckel, que para la mitad del segundo tiempo había socavado la línea central bilbaína. Goikoetxea, definitivamen.te, pedía tila, mucha tila. Suerte tuvo el Atlilétic de que Biurrun pareciera de goma en una volea que viajaba a la escuadra.
En el último cuarto de hora el Athlétic padeció una agonía. Joachim Streich, el entrenador del Magdeburgo, ordenó a Stalilinarin que se colocara corno delantero centro. Stalilmann es una grúa de dos metros que en los dos partidos se demostró intratable en los balones aéreos. Streich fue, minutos después, aún más osado: le hizo un gesto al portero, Heine,y éste salió disparado hacia el área bilbaína y por poco conecta la cabeza en un centro al área. Si llega a marcar, habría pasado a la historia del fútbol.
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