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El Cajabilbao pagó la novatada con el Real Madrid

Santiago Segurola

Los hombres de Lolo Sainz se impusieron de una forma contundente a un conjunto vasco que sólo aguantó la primera parte, en un partido que levantó gran expectación porque significaba el regreso de Bilbao al baloncesto de primera línea. De salida, ambos conjuntos plantearon defensas individuales, pero mientras los blancos no querían presionar por temor a las faltas personales, los bilbaínos emplearon una defensa agresiva que les permitió escaparse en el marcador con un 93 a los cinco minutos de juego.Sin embargo, el sistema local se caracterizaba por los dientes de sierra a la hora del ritmo de juego. Estos altibajos fueron aprovechados por Biriukov, en vena de aciertos, que fue el estilete del ataque madridista.

Branson se emparejó con Kopicky y Lockhart con Romay, pero el Real Madrid hizo valer su superioridad en centímetros y no perdió capacidad reboteadora, a pesar de las reservas con que ambos jugadores se vieron obligados a actuar.

El alero blanco aprovechó la lentitud en defensa de Llano para marcharse una y otra vez hacia el aro bilbaíno. De esta forma, el Madrid conseguía empatar el encuentro a los 11 minutos de juego, con un 19-19 en el marcador. Desde este momento, pasó a controlar el juego. Ya los hombres de Figueroa no se empleaban tan fuertemente como al principio pero como Romay y Branson no podían usar toda su eficacia bajo los aros, el Cajabilbao, mantuvo el tipo en esta primera parte. Al descanso se llegó con un empate a 41. La teórica superioridad del Madrid no había aparecido por ninguna parte y los aficionados bilbaínos esperaban ansiosos la reanudación del encuentro confiando en una sorpresa.

Pero en el segundo tiempo, el Madrid plantó sus reales en la cancha bilbaína y dejó bien claro que sigue teniendo mentalidad de campeón. En ningún momento los hombres de Lolo Sainz se habían preocupado en exceso por el juego del rival. Los bilbaínos eran simples novatos en una categoría dominada año tras año por los blancos.

Biriukov fue, otra vez, el artífice de la victoria. Si a esto unimos los desastrosos porcentajes que los bilbaínos obtuvieron en la segunda mitad, encontraremos la clave de un partido que sólo tenía un favorito. En los locales nadie tomaba la responsabilidad de lanzar a canasta. Figueroa, entrenador bilbaíno, sentó en el banco a Kopicki y éste fue el fin del Cajabilbao. Lockhart no podía parar las acometidas de Romay y Branson; y Martín de Francisco, el tercer pivote bilbaíno, no encontraba su sitio en la cancha.

En cinco minutos el Madrid se fue por 15 puntos y ni la eliminación de Fernando Romay, a tres minutos del final, con la consiguiente salida del inexperto júnior Mateo, impidió la victoria que todos suponían se iba a producir.

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