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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Rosita Díaz Gimeno

Durante un viaje por Asturias leí, el 29 de agosto, en La Voz de Asturias, la triste noticia de la muerte de la gran artista y entrañable amiga Rosita Díaz Gimeno. Nada pude leer sobre tan enorme pérdida en las ediciones de EL PAÍS que obtuve en esa parte de España, lo cual he sentido mucho, y le pediría que, aunque tarde, usted tuviera la bondad de publicar estas líneas en homenaje a esa gran mujer.Tuve el privilegio y el honor de conocer en Nueva York al doctor Juan Negrín, hijo, y a su esposa Rosita, dos entrañables personas que en su exilio representaron con gran dignidad todo lo bueno del espíritu español. Ella fue como una buena embajadora de la cultura de su país en Estados Unidos y México, recibiendo allí los honores que no había recibido en su patria, donde quedaban olvidados sus triunfos cinematográficos antes de la rebelión militar como Se ha fugado un preso, EL bandido de Ronda, Susana tiene un secreto y La Dolores, películas que fueron proyectadas durante el I Festival de Cine de Nueva York.

En Hollywood Rosita filmó Angelina o el honor de un brigadier, Vida bohemia y Rosa de Francia; en México, que le brindó numerosos premios y homenajes, protagonizó Pepita Jiménez, El último amor de Goya y Me enamoré de una sirena, recibiendo numerosos premios y homenajes.

En el teatro también tuvo grandes éxitos, y su actuación fue brillante. Merece mencionar su actuación en el papel de Sakini en La casa de la luna de agosto, que presentó en inglés en Broadway y en español en México y en varios países de Centro y Suramérica, por cuya interpretación fue premiada. En la ciudad de México presentó con gran éxito Jano es una muchacha y La visita, de Dürrenmatt. La Asociación de Periodistas Cinematográficos y la Asociación de Cronistas de Espectáculos le concedieron premios por su trabajo.

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No sólo fue su labor en el teatro y en el cine. Durante sus años de exilio en Estados Unidos llevó una labor de diseminación de la cultura de España que tanto quería. Constantemente no se negaba a dar clases y conferencias sobre el teatro, la literatura, el baile, la música y todo lo perteneciente a la cultura española en numerosas universidades y colegios norteamericanos. Fue elegida miembro de honor de la universidad de Hoffstra, antiguo centro docente de gran prestigio, declarándola "extraordinario paladín de la cultura española en Estados Unidos". También perteneció al consejo asesor del departamento de Lenguas y Literatura Romances de la universidad de Princeton, y con su esposo, el doctor Negrín, hijo, participó en sesiones sobre literatura y cultura española en otras importantes instituciones, tales como la universidad de Yale. También fue miembro de honor de la Asociación de Licenciados y Doctores de Estados Unidos, junto al doctor Severo Ochoa y otras distinguidas personalidades.

Es una lástima que, con muy pocas excepciones, España haya olvidado a esta eminente artista, que fue considerada por Chaplin como una de las grandes actrices que había conocido y quien, como ha dicho Román Gubern, "fue la sonrisa de la República". Y los que la conocimos bien podemos decir que, a pesar de sus muchos años de exilio, jamás perdió su gran sonrisa. Fue una mujer de gran talento, entrañable, bellísima, de gran generosidad y bondad.-

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