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La fuga del mensajero

La mayoría de los motoristas de Magerit abandonan la empresa ante la oferta de integrarles en plantilla

La mayoría de los mensajeros de la empresa Magerit se han negado a integrarse como trabajadores de plantilla, y han pedido continuar la relación mercantil que hasta ahora tenían con la empresa o han abandonado la misma. Magerit había sido sancionada por la Inspección de Trabajo por no haber dado de alta en la Seguridad Social a 21 motoristas que venían prestando sus servicios para la empresa de mensajería. Antonio Reina, director de la sociedad, ha puesto anuncios ofreciendo puestos de trabajo y garantizando la relación laboral. Nadie ha respondido.

Antonio Reina tiene sobre la mesa de su despacho los contratos oficiales de los 21 mensajeros que, hasta ahora han venido prestando sus servicios en Magerit. Sólo seis han aceptado ser incluidos en plantilla y sujetarse a las condiciones de un trabajo fijo. El resto, o ha abandonado la empresa o ha expresado su deseo de seguir manteniendo las peculiares relaciones mercantiles de este tipo de trabajo.La odisea de Antonio Reina, un hombre joven que un día, hace escasos meses, decidió emplear sus ahorros en una empresa de mensajería, sería divertida si no resultara en el fondo patética. Antonio Reina fue denunciado hace unas semanas por sus propios trabajadores por no tenerles dados de alta en la Seguridad Social. La Inspección de Trabajo le impuso una sanción de 1,2 millones de pesetas.

Antonio Reina echó cuentas y pensó que lo mejor era extender unos contratos laborales a sus empleados. Él mismo admite que sus posibilidades no le permiten grandes sueldos, pero que, al menos, ofrece la integración en la Seguridad Social y unas percepciones mínimas garantizadas. En los contratos se especifica que el salario será de 45.000 pesetas mensuales, en catorce pagas, a lo que hay que sumar 10.000 pesetas al mes por desgaste de vehículo y otras 10.000 más para combustible. Cuando la facturación mensual pase las 150.000 pesetas, habrá un porcentaje adicional.

También se especifica que la moto será por cuenta del trabajador y que en caso de avería, robo o pérdida del vehículo se entenderá que el contrato queda suspendido. "Ya sé", dice, "que no es una maravilla, pero es todo lo que puedo ofrecer, y las percepciones mensuales no son menores que las que han venido cobrando hasta ahora, sin estar integrados en la Seguridad Social. Incluso entiendo que la suspensión por robo o avería es discutible, pero tampoco me he negado a tratar ese punto".

Estar a gusto

Uno de los jóvenes que luce en su camisa el anagrama de Magerit dice que "es verdad, no es que sea mucho. Pero es un sueldo. Y yo prefiero estar asegurado. Si un día encuentro algo mejor, ya veremos lo que hago. De momento, aquí me siento a gusto". Otro, que trabaja medio día, confiesa que se "viene sacando unas 55.000 pesetas al mes. Me defiendo", dice, "y tal como están las cosas, tampoco puedes elegir demasiado".Antonio Reina acompañó a sus trabajadores cuando se manifestaron para pedir la relación laboral, "porque creo que éste es un tema que exige una reglamentación, que no se puede continuar así". Su postura, favorable a regularizar las relaciones laborales, le ha traído incluso problemas con otras empresas del sector, sobre todo con las grandes. Él optó por dar de alta a sus motoristas y vio, con sorpresa, que muy pocos querían. Que algunos de los que le habían denunciado abandonaron incluso la empresa.

Alfonso Jurado, asesor laboral de Centro Asesores, entidad que tiene varios clientes entre las empresas de mensajería, asegura que "no es sólo un problema de Magerit. Hay muchas empresas que tienen la intención de regularizar las relaciones con los mensajeros, y la mayor resistencia la encuentran entre sus propios trabajadores. Cuando una empresa dice que va a asegurarles, hay una desbandada".

Tal vez porque, como dice Miguel Cebrián, director de la citada entidad, "se trata de una actividad marginal. En muchos casos es gente que busca unos ingresos adicionales y rechaza una dependencia y un horario".

Antonio Reina se pregunta qué tendría que hacer. Para atender bien a sus clientes necesita unos 20 mensajeros. Sólo tiene seis fijos. Confiesa que, aparentemente le quedan sólo dos opciones: cerrar o verse obligado a seguir funcionando al margen de la legalidad laboral.

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