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RELIGIÓN

El Vaticano nombra arzobispo de Viena a Hermann Groer, un benedictino desconocido devoto de la Virgen de Fátima

Juan Arias

Juan Pablo II sorprendió ayer a la opinión pública mundial y a los especialistas en temas de la Iglesia designando como sucesor del ya casi legendario cardenal Franz Koenig, el hombre de la ostpolitik y del diálogo con los ateos, para la archidiócesis de Viena -que es además sede cardenalicia-, a un religioso benedictino que se ha destacado casi exclusivamente por su especial devoción a la Virgen, y concretamente a Nuestra Señora de Fátima. Se trata de Hermann Groer, nacido en Viena hace 67 años, cuyo nombre de pila era Hans Groer, que fue ordenado sacerdote en el clero secular en 1942 y durante mucho tiempo fue vicepárroco y director de una escuela.

El nuevo arzobispo de Viena se doctoró en 1949 en Teología y en 1952 fue profesor de religión. A los 61 años hizo los votos en la orden de los benedictinos. Pero su mayor actividad fue la restauración de un pequeño santuario de la Virgen situado en el ayuntamiento de un santuario milagroso durante la Edad Media, al que el emperador José II, el mismo que había expulsado a los jesuitas, prohibió que se hicieran peregrinaciones. El nuevo arzobispo restauró el cuadro de la Virgen y el día de sus bodas de oro, en 1969, dirigió la primera peregrinación de fieles al pequeño santuario.Desde entonces, el 13 de cada mes, en recuerdo de la virgen de Fátima, Hermann Groer ha organizado procesiones de fieles a dicho santuario, y ha conseguido incluso que las autoridades de aquella región hayan cambiado el nombre de su ciudad, Roggendorf, por el de María Roggendorf. Curiosamente, Hermann Groer nació un día 13, fecha que corresponde a la fiesta de las apariciones de Fátima, de la que es particularmente devoto.

Tras haber entrado en la orden de benedictinos Groer consiguió crear cerca del santuario un nuevo monasterio de religiosas cistercienses llegadas desde Suiza. Al lugar le ha llamado Mariennfeld; es decir, campo de María.

Hasta ahora, Hermann Groer, era también el asistente religioso de la Legión de María, el movimiento mariano fundado por el santo polaco Maximiliano Kholbe, que murió en el campo de concentración de Auschwitz.

Sorpresa

Que el nombramiento de Hermann Groer como sucesor del cardenal Koenig ha sido una sorpresa lo revela el hecho de que el diario Kronen Zeitung publicara la semana pasada una lista de posibles candidatos para la importante sede de Viena en la que no figuraba el elegido por Juan Pablo II.Al parecer, dicho nombre tampoco estaba entre los nombres presentados al Vaticano por el Episcopado austriaco. Se ha tratado, pues, de una elección muy personal del papa Wojtyla, que ha querido para la importante sucesión de Koenig, dar una clave especial sobre su visión del diálogo con el Este comunista en el momento histórico de preparación de lo que el Papa ha llamado el gran jubileo del año 2000. Para ello ha nombrado a un hombre no intelectual, más bien piadoso, simple, devoto de la virgen de Fátima, en cuyos secretos parece creer Juan Pablo II más que sus antecesores, y que anuncian catástrofes atómicas para la humanidad si Rusia no se convierte al cristianismo.

Las primeras reacciones de las agencias católicas austríacas han sido en el sentido de que el Papa tiene total libertad para escoger a quien quiera como obispo y que no está obligado a seguir los consejos de los otros obispos ni de los seglares significados de un país.

En los ambientes romanos se insinuaba ayer que el consejero del Papa en este nombramiento ha podido ser el cardenal Oppilio Rossi, ex nuncio en Austria, que había participado con Hermann Groer en sus peregrinaciones marianas y que hoy es, entre otras muchas cosas, el presidente de la comisión vaticana de los santuarios marianos más importantes del mundo.

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