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Crítica:EL CINE EN LA PEQUEÑA PANTALLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pequeña gran comedia

He aquí una película sistemáticamente calificada de menor y mirada desde la suficiencia intelectual por encima del hombro. Si se añade que esta condición de menor le corresponde dentro de una cinematografía tan menor como la española, se puede deducir que la estatura del filme es microscópica.Un par de refrendos a la hipótesis de la minoría de este filme: en los miles de páginas de la enciclopedia Labor, que fue una biblia pasajera de la progresía cinéfila de hace 20 años, se le nombra, sólo se le nombra, en los recuentos filmográficos de su director y de dos o tres de sus actores. Y peor aún, en una recientita Historia del cine español editada por el Ministerio de Cultura se cita su título sólo en forma de letra pequeña dentro de las filmografías de cuatro de quienes intervinieron en ella.

Ni un mendrugo de párrafo aparte para recordar la película española que mayor audiencia alcanzó en 1955, 1956 y 1957. Se podría deducir que tal audiencia fue entonces cosa casual o mentirosa, hecho que pondría también en situación de minoría al público español que hace tres décadas hizo interminables colas para verlo. Pero no hay tal: tras aquella popular comedieta menor hubo, y sigue habiendo después de la corrosión del tiempo, cine genuino, por momentos grande incluso.

Que su autor, José Luis Sáenz de Heredia, autor también de Raza y Franco, ese hombre, fuese a su vez un ideólogo de la dictadura franquista no es razón para hacer a su inteligencia cinematográfica víctima de una vendetta ideológica de signo contrario. Sus ideas son suyas, pero sus obras, nuestras, e Historias de la radio, es una de las películas más nuestras que dio el cine español de aquellos años, tanto por lo que fue como por lo que engendró. Las innumerables comedias españolas del llamado desarrollismo de los años sesenta tienen su germen en Historias de la radio. Con una diferencia entre unas y otra: la que separa lo auténtico de lo simulado, la que nos permite distinguir entre la creatividad del esfuerzo de un ingenio y el simple amaño aritmético de la producción de burdos filmes-longaniza fabricados en serie. Historias de la radio se hizo con inventiva, mientras que sus innumerables secuelas se hicieron con parasitismo.

Polvo de escena

Una generación de españoles descubrió en este filme que algunos de nuestros actores considerados -y tratados como tales- secundarios llevaban dentro una inexplorada cumbre de su oficio. Es el caso de Alberto Romea, que se había dado a conocer -cuando si se acumulase de una sola vez en sus hombros todo el polvo que depositaron en ellos décadas de teatro aquel enorme actor hubiera quedado, aplastado por el fardo- en Bienvenido Mister Marshall, pero que en Historias hizo una creación perfecta en el personaje del viejo maestro de escuela.O es también el caso de José María Lado, que hace, como Juan Calvo, un corto y perfecto trabajo en este filme. O el de Guadalupe Muñoz Sampedro, una formidable comedianta. O el de José Luis Ozores, que interpretó, con aquel su peculiar estilo histérico y lleno de guiños, un antológico personaje de cura de aldea.

O el del gran -arquetipo de pequeñez sin fronteras- José Isbert, que ya era un actor popularísimo cuando rodó este filme y que, en un personajillo que se consumió en unos pocos minutos, realizó, mano a mano con Gustavo Re, la extraordinaria escena de los dos viejos Papá Noel. Se trata de una secuencia de dificilísima ejecución, pero que está resuelta con una combinación de violenta comicidad y de un no menos violento patetismo, lo que da la talla exacta de un verdadero cineasta, pues está dirigida e interpretada con tal intensidad y garra que hay que verla para creerla. Un pedazo de cine inolvidable, entre lo mejor realizado en España en los dominios de la comedia, unos minutos de cine mayor incrustados en este filme menor, que hoy ha perdido capacidad de hacer reír, pero -que ha ganado en encanto.

Hay ocasiones -como la de William Hurt en la mediocre El beso de la mujer araña- en que un actor hace maravillas pese, e incluso contra, la torpeza del director. Pero la norma da la espalda a estas excepciones: cuando un actor y, sobre todo, cuando muchos actores actúan bien -como en Historias de la radio- es porque la pericia del director sostiene sus bondades, las provoca e interrelaciona. Sáenz de Heredia dirigió -combinando rutina e ingenio, oficio y libertad- con talento el largo reparto de sus Historias, que componen un capítulo abandonado por pequeño, pero ciertamente grande, de esa joya tan escasa que es el buen cine español.

Historias de la radio se emite hoy a las 21.35 por TVE-2.

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