Menos y mejor

MUNDOBASKET 86

El desarrollo del Mundial en lo que a la primera fase se refiere y la composición de los dos grupos semifinales han puesto en entredicho la idoneidad tanto del número de equipos participantes como del sistema competitivo.El número de equipos presentes es, sin lugar a dudas, excesivo. De las 24 selecciones que juegan -o intentan jugar-, por lo menos la mitad de ellas no da la talla. En cada grupo, dos o tres selecciones están para hacer turismo, comprar recuerdos, intentar acabar con la bodega nacional o establecer lazos con la población femenina, más que para disputar un campeonato de esta importancia. Esto, por supuesto, es discutible. De hecho, algunos opinan que en su grupo tienen a los Boston Celtics, Angeles Lakers, Sixers, Houston Rockets y New Jersey Nets más su equipo. Pero el personal cada vez contro a mejor y es difícil vender duros a cuatro pesetas.

El jugador, recargado ya por muchos meses seguidos de competición y con unos cuantos partidos a la espalda, se ve obligado a disputar encuentros en los que resulta difícil mantener la tensión y concentración necesaria.

Esta primera fase no ha servido prácticamente para nada. Las sorpresas han sido escasas. Salvando los pocos partidos cuya importancia radica en contar para la siguiente ronda -España-Brasil, Italia-USA o Yugoslavia-Canadá- los equipos punteros, excepto España, se la han tomado como un entrenamiento previo a la segunda fase más que como parte importante del Mundial.

El método de competición del Mundobasket 86, aún partiendo de la base que no existe uno perfecto, no se descata por ser de los mejores. La desigualdad existente entre los grupos de Oviedo y Barcelona hace meditar sobre la validez de dicha fórmula. Tanto el sistema utilizado en la Copa de Europa de clubes o el Mundial de Colombia -liguilla final de seis u ochoequipos- como incluso el de los Juegos Olímpicos de Los Angeles y el Europeo de Stuttgart -dos grupos de seis y cruces de los cuatro primeros- son más interesantes tanto para el jugador como para el aficionado.

La existencia de la primera fase y su duración, va en detrimento de una fase final con más partidos. Imposibilita una serie de encuentros que podrían ser muy atrayentes. Mucho más que un Laponia-Togo. Las ventajas que puede tener la presente fórmula -partipación de equipos de todos los continentes, constatar los progresos de equipos tercermundistas o llevar el Mundial a siete ciudades- no compensan sus evidentes defectos.

La creación de campeonatos mundiales de segunda o tercera categoría puede ser la solución tanto para limitar el número de selecciones como para lograr que los mejores equipos tengan la posibilidad de enfrentarse todos entre sí. El jugador, el público y todo el baloncesto, saldrían beneficiados. Aunque tal vez perderíamos la oportunidad de ver un coreano rubio o un angoleño encabezando los tiradores de tres puntos.