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Tribuna:DESPUÉS DEL 22 DE JUNIO
Tribuna
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En tiempos de dificultad ...

Izquierda Socialista ha intentado el mantenimiento no retórico en el Partido Socialista Obrero Español de sus inequívocas señas de identidad, sin perjuicio del desarrollo por éste de una acción política realista y posibilista, encaminada a la defensa de los intereses de los grupos sociales más injustamente tratados y desprotegidos económica, política y culturalmente.Tras una larga experiencia, con sus lógicos errores y aciertos, comprueba que a su pretensión de profundización de la democracia interna, la dirección del partido ha respondido, desgraciadamente, con una dinámica e mayor recelo, concentración de poder y jerarquización, y, a nuestro juicio, con una evidente confusión de los papeles correspondientes al partido como tal, que han quedado subsumidos en el Gobierno y hasta con el intento de trasladar esta situación a las relaciones con el sindicato, haciendo tanto del partido como del sindicato correas de transmisión de la acción del Gobierno.

Las posiciones mantenidas desde su aparición, en 1979, por Izquierda Socialista sobre la concepción del partido, equivocadas o no, no han resultado seriamente contempladas ni como hipótesis de debate. Análogamente ha ocurrido con el intento de influencia en los objetivos de cualquier área política, económica, social y, sobre todo, en el campo del desarrollo de las libertades cívicas y políticas, para la vertebración de una activa y participativa sociedad civil, inerme y acrítica.

Deseábamos con este esfuerzo, y con nuestra presencia proporcional en órganos deliberantes, mantener un debate político, contribuir a suscitar en el seno del PSOE y de la sociedad la preocupación por el enfoque político, no exclusivamente electoral-burocrático o tecnocrático, de los problemas, fundamentalmente desde la perspectiva de la sensibilidad y de la solidaridad, hacia y con las cuestiones reales por encima de los macroconceptos y las macromagnitudes, muchas veces vacías o falseadoras, para alcanzar así la integración de todas las perspectivas en el partido, sin discriminación ideológica o política, en desarrollo de la filosofía de la diversidad de aportaciones en una organización con vocación de amplío espectro, que va desde el socialiberalismo hasta el socialismo radical, de profunda tradición histórica en el PSOE.

Profundas brechas

Al contrario de lo que se esperaba, y bien sea ello debido a la insuficiencia en el desarrollo de lo que la concepción de un partido de corrientes supone, o al rechazo de esta dinámica, manifestado por un preeminente sector de los dirigentes, se han generado unas tensiones y desvelado unas contradicciones que han abierto profundas brechas y que exigen un sopesado análisis, lamentablemente enturbiado por inhabilidades recíprocas.

La tensión política que nace objetivamente de la diferente consideración de los problemas, que debe ser planteada y resuelta dialécticamente, ha llegado a trasladarse desde la dirección del partido al terreno de la descalificación, con evidente deterioro de la relación humana, viendo en el contradictor un enemigo a quien eliminar, por toda clase de medios, queriendo resolver dicha tensión política con una dramática llamada en defensa del poder, que se presume en peligro por mantener opiniones distintas.

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Los motivos de preocupación antes percibidos, pero que se pusieron de manifiesto en el 28º congreso, se reiteran en el posterior congreso extraordinario nacido de aquél, y que se han repetido a lo largo de los sucesivos congresos, no sólo no han desaparecido, sino que han adquirido carta de naturaleza en cuanto a la concepción que la organización tiene e impone la dirección, apoyándose en sistemas de representación y obtención de la voluntad militante, bastante defectuosos.

El intento por parte de Izquierda Socialista de contribuir al quehacer común sobre la base de la colaboración, iniciado en su día a través de la esperanzadora conferencia de la organización, aun siendo bien restrictivos sus márgenes, ni ha sido asumido por la dirección del partido ni por la mayoría de las direcciones en las respectivas áreas autonómicas o de la nacionalidad, hasta llegarse al extremo, en el proceso relativo al último referéndum, de negar a Izquierda Socialista el derecho a expresar sus posiciones políticas diferenciadoras, silenciándolas en el interior y proscribiéndolas hacia el exterior del partido, para volear finalmente sobre ella y sus miembros toda clase de descalificaciones, presentando como campaña en contra de la organización la simple expresión de ideas, por no ser éstas coincidentes, en simplista aplicación de principios maniqueos, en virtud de los cuales se presenta como campaña antipartido todo lo que la dirección no asume o contradice sus decisiones.

En esa línea de comportamiento sectario, el comité federal, sin análisis político alguno, ha volcado su atención en el juicio personal y moral sobre concretos militantes, sin ninguna sujeción a la aplicación de los preceptos y órganos sancionadores previstos, como garantías de seguridad jurídica, en los estatutos, con la evidente intención de alcanzar a través de la descalificación el objetivo de la marginación de la vida política de los militantes de la corriente, tanto de la vida orgánica como en las instituciones en las que que han representado dignamente al partido y, lógicamente, ha culminado su obsesión con la eliminación de las listas de militantes de la corriente en forma injusta.

Se ha excluido intencionalmente el análisis político para sustituirlo por sorprendentes lecciones éticas, por quienes más debían cuidar de no deslizarse en esos terrenos, a la luz de los contradictorios y espectaculares cambios de posición, que repercuten en la propia credibilidad y arrastran a la organización.

Al lado de esta negativa situación, ha de resaltarse que el trabajo desarrollado por los miembros de Izquierda Socialista a lo largo de estos años, ha permitido, sin embargo, constituir equipos de trabajo responsables y coherentes y crear una experiencia política que ha dejado su fruto en la formación de sus colaboradores, en redacción de ponencias, informes, análisis y trabajos serios, mejor recibidos por la propia sociedad que por el PSOE, y así se ha comprobado que cuanto se hacía para, contribuir a un obligado debate no tiene para la actual estructura de poder del PSOE el mínimo interés.

Se ha comprobado también que, coherentemente con el pensamiento de la dirección de la organización, el solo hecho de la constitución como corriente discrepante distinta en los aspectos parciales, aun cuando seamos coincidentes en un proyecto global, lleva aparejado el alejamiento o la marginación cautelar de toda responsabilidad institucional, que, según este peregrino criterio, debe ser desempeñada exclusivamente por militantes de incondicional fidelidad, no tanto a la esencia del pensamiento socialista o a la trayectoria histórica de la organización, sino al núcleo de los líderes, del que todo poder emana, y así se desprecia la representatividad otorgada democráticamente en congresos confederales o de nacionalidad y por la propia ciudadanía.

Los socialistas coordinados en Izquierda Socialista, creemos algunos no impacientados, deben manifestar, pese a todo, la voluntad y compromiso de trabajar por la extensión del pensamiento y del compromiso político socialista, por el acercamiento a la sociedad del fruto de sus análisis y sus postulados, por su presencia en todas cuantas iniciativas conduzcan a la mejor comprensión, defensa y conquista de las ineludibles e irreversibles reformas políticas y sociales que desarrollen realmente la libertad, dignidad y bienestar de las clases populares, en la tradición del socialismo democrático.

Tras el análisis de lo que le afecta en el seno del partido y en la comunidad, Izquierda Socialista se ha de autoexigir una extraordinaria atención y trabajo político para contribuir a que una sociedad tan deformada como la nuestra no pueda ser objeto de oportunista utilización en aprovechamiento de su tendencia, ya puesta de manifiesto en la época de la dictadura, de delegación de responsabilidades en la carismatización y el culto a la personalidad, que acaba conduciendo a la sumisa aceptación del poder fuere quien fuere su detentador.

Es imprescindible para Izquierda Socialista, superando mezquindades y miopías, realizar, con la suficiente agilidad, los análisis rigurosos de la realidad española, incardinados en la cada día más peligrosa situación internacional, a la luz de las profundas consecuencias que la revolución científico-técnica ya supone, indisociables del proceso de influencia del complejo científico-bélico-indus-trial, con alcance sobre las propias estructuras político-ins-titucionales, nacionales e internacionales, y entroncando con la inocultable crisis del pensamiento de izquierda, debate que, con enfoques exclusivamente tecnocráticos y economicistas, se quiere desarrollar, con absoluto desprecio o ignorancia de sus repercusiones en los seres humanos y sus relaciones de todo tipo, hasta llegar a la configuración de interpretaciones seudodemocráticas, bien alejadas del principio de la real soberanía popular y de un orden internacional justo y seguro, que respete la libre voluntad de los pueblos.

La denunciada situación de amenaza de la paz ha sido sentida dramáticamente en estas fechas y vuelve a poner sobre el tapete las tradicionales discusiones que en el seno del socialismo marcaron muy seriamente los linderos y diferencias entre el pensamiento realmente internacionalista y las expresiones del oportunismo patriótico, exigiendo la más que necesaria explicación sobre el papel del imperialismo, de la economía de guerra y las consecuencias de todo ello sobre la Europa dividida, la división de sus clases populares y obreras y la inseguridad que ello genera para todo proyecto socialista. El compromiso socialista de no sustraerse al estudio de estos problemas ha de primar sobre situaciones de dificultad o de desánimo, aunque sólo sea para marcar también otra sustancial diferencia de objetivos entre la lucha por el poder y la lucha por el hacer.

Pablo Castellanos es miembro del Consejo General del Poder Judicial.

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