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MEXICO 86

Hugo Sánchez

El jugador del Real Madrid ha decepcionado en el Mundial de su país

Hugo Sánchez, la estrella, del fútbol mexicano, jamás lo reconocerá, pero en estos momentos no existe un hombre más desdichado, deportivamente hablando, que él. Ni Zico, ni Rossi, ni Roniek, ni Platini, ni Lineker, ni, por supuesto, Butragueño, han experimentado interiormente la decepción que ha sufrido el goleador mexicano durante las últimas semanas. La diferencia entre Hugo Sánchez, conocido aquí como el niño de oro, y el resto de estrellas de este Mundial es que el mexicano fue presentado en México como el salvador de la patria y entró en un peligroso juego publicitario, y los otros eran, simplemente, excelentes jugadores que iban a intentar ayudar a su selección a llegar lo más "alto posible en el Mundial.

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Hugo accedió a entrar en el juego económico-deportivo-publicitario de su consolidación como mito y terminó pagando un alto precio por esa aventura. Aceptó formar parte de la organización y, fundamentalmente, de los planteamientos de Televisa y acabó convertido en una montaña de papel, que finalmente fue pasto de las llamas.La selección mexicana se pasó cuatro años preparando intensamente el Mundial. El yugoslavo Bora Milutinovic tuvo cuantos jugadores quiso a su entera disposición durante el tiempo que solicitó. Todos estuvieron concentrados, a menudo de forma monacal, para construir un gran equipo que, en principio y tal y como declaró el propio Bora, iba a tener como punta de lanza, como último eslabón, al goleador del Real Madrid, dos veces Pichichi en España, como se han encargado de recordar una y otra vez los medios de comunicación mexicanos.

Mientras tanto, Hugo, cuyo traspaso al Real Madrid contó con el apoyo financiero de Televisa, organizadora del Mundial 86, aparecía continuamente en televisión anunciando Coca-Cola, el hotel Ritz de Acapulco, el modelo Topaz de la casa Ford y Choco Milk, un producto alimenticio para niños. Son anuncios que le han proporcionado varios millones de pesetas de beneficios y que, unidos a los cinco millones largos que se ha llevado cada seleccionado mexicano por alcanzar el sexto puesto del campeonato, suponen un importante aumento en la cuenta bancaria del mexicano.

En estos momentos, Hugo cambiaría muchos de esos millones por recuperar parte de la imagen perdida en esta Copa del Mundo. El pasado lunes, por ejemplo, el diario Excelsior, el más prestigioso en México, publicaba un comentario de la agencia Reuter, bajo el título Hugo pasó de héroe a villano.

La trayectoria deportiva de Hugo en este campeonato puede resumirse en pocas palabras. Tan sólo ha conseguido un gol -Fernando Quirarte, el defensa mexicano, logró dos y como señalaba sarcásticamente una pancarta en el estadio Azteca "Sin tomar chocolate en polvo"-, falló un penalti frente a Paraguay, que podía haber dado la victoria a México -"¡Hugo tiene el SIDA, Hugo tiene el SIDA!", gritó aquel día la gen te-, y no pudo jugar el último partido de calificación por acu mulación de dos absurdas tarjetas amarillas.

El índice de audiencia, el termómetro de su imagen, la credibilidad del ídolo cayó espectacularmente de forma injusta cuando falló el penalti ante Paraguay. Un error similar cometerían, posteriormente, estrellas como Zico, Sócrates y Platini y no pasaría nada. Aquella tarde en que el Gato Fernández le detuvo aquel lanzamiento empezó la caída de Hugo Sánchez. La afición inventó cánticos ofensivos, y la firma Cola-Cola se vio en la necesidad de apartar, durante algunos días, el anuncio en que Hugo aparecía lanzando un penalti en televisión.

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