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MÉXICO 86

El cabezazo

El Mundial no nos está ofreciendo muchos goles de cabeza, pero sí buenos. Lo fueron, por ejemplo, los dos de Argentina contra Bulgaria, el de los búlgaros ante Italia cuando se acercaba el final del partido y sobre todo el de Fernando Quirarte contra Bélgica en el primer partido de México.Los especialistas en el cabeceo destacan sorprendentemente que lo más importante para un buen cabeceador es dominar sus párpados. Roberto Bttega, jugador de la Juventus y de la selección italiana durante los años setenta y principios de los ochenta, aseguraba que si se cierran los ojos en el momento del cabeceo el impacto pierde el 90% de su efectividad.

Por lo demás, conviene destacar que el cabezazo no es cuestión únicamente del cuello, y que ni siquiera es prioritaria la acción de éste. El cabezazo es fruto de un impulso que nace en el salto, crece en la cintura y se transmite como un latigazo por todo el torso hasta desembocar en la frente, donde se proyecta todo el impulso que golpea al balón. El buen cabeceador debe tener la cintura flexible, porque de ahí partirá el impulso, y alcanzará su mayor potencia y precisión en el frentazo neto, es decir, cuando alcance el balón con la parte alta de la frente, donde ésta comienza a curvarse hacia atrás.

Aunque el cabezazo con la frente es el que ofrece la mayor potencia, muchos de los goles se alcanzan con los parietales. En este tipo de cabezazo el cuello sí tiene mayor importancia, y ha de girar rápidamente en el mismo instante en que el parietal entra en contacto con el balón, expeliéndolo en la dirección escogida. Los grandes goles con la frente se consiguen en el segundo palo, y los de parietales en el primero, o incluso cuando un jugador no está frente a la portería, sino algo desenfilado de ella.

Los brazos tienen, un trabajo importante no sólo en los empujones contra el defensa para ir ganando la posición, elemento clave del cabeceo, sino también para equilibrarse en el aire. Los buenos cabeceadores los utilizan primero para ganar más impulso en el salto y poder buscar la pelota, más arriba, y después dejar uno extendido para equilibrarse y el otro algo recogido para protegerse de la posible carga o empujón del contrario.

España siempre ha tenido buenos cabeceadores, desde la época de Zarra y César hasta los actuales Quini y Santillana.

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