En Cataluña, cinco años de división no pudieron superarse en una semana
El Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) ha formalizado para las próximas elecciones la coalición Unió de l'Esquerra Catalana con el grupo de la Entesa dels Nacionalistes d'Esquerra. Esta candidatura integra también a representantes de los pequeños partidos que en el resto del Estado forman parte de la plataforma de Izquierda Unida, pero no a los prosoviéticos que se escindieron del propio PSUC en 1982 para formar el Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC).
Los responsables del PSUC se presentan a. la opinión pública diciendo que constituyen una alternativa para los sectores progresistas de Cataluña que se sientan desengañados de Esquerra Republicana por su supeditamiento al pujolismo, y para los socialistas descontentos con la gestión del Gobierno de Felipe González, en general, y con la sumisión del PSC a la política autonómica del PSOE, en particular.
El hecho de no haber logrado integrar es su listas al PCC supone para la coalición PSUC-ENE no poder presentarse con la bandera de la unidad comunista, pero le abre puertas hacia sectores cuyo mayor recelo hacia los comunistas es el resabio sovietizante que acompaña en Cataluña a las imágenes públicas de Pere Ardiaca, Josep Serradell o Ignacio Gallego.
El PSUC y el PCC confían en que la aproximación iniciada entre ambas organizaciones con motivo del referéndum sobre la OTAN podrá avanzar tras las elecciones. Antoni Gutiérrez Díaz, secretario general del PSUC, declaró tras la frustrada negociación que considera probable que ambos partidos ya estén en situación de concurrir juntos a las municipales de 1987. Y en el PCC, tras atribuir el fracaso de la negociación a una voluntad del PSUC, Joan Ramos se ha referido posteriormente también a la necesidad de caminar hacia el reencuentro entre ambas formaciones como algo conveniente e inevitable.
Desde esta perspectiva, el 22 de junio tendrá para estos dos partidos comunistas catalanes la importancia de una medición mutua de fuerzas de cara a la posterior y definitiva negociación. A diferencia de lo sucedido en el resto de España, la profundidad de las heridas del momento de la escisión y la distancia entre las respectivas culturas políticas hicieron imposible que en Cataluña los comunistas pudieran superar en una semana de aceleradas negociaciones todos los resquemores acumulados anteriormente.
En la negociación, la dirección del PSUC llegó a ofrecer a la del PCC la tercera plaza en la candidatura por Barcelona, una opción con muchas posibilidades de acta de diputado si hubiera sido aceptada por el PCC, con lo que este partido hubiera acabado con su estela de extraparlamentario.
Los principales dirigentes del PCC eran, partidarios de aceptar, pero fueron derrotados amplia mente en su propio comité central. La mayoría de ese comité central prosoviético no pudo dar el salto psicológico de situarse en las listas junto a su partido-madre, el PSUC, en una relación de uno a tres, después de cinco años de sistemática descalificación mutua.
La pugna por la hegemonía del espacio comunista ha sido librada por el PCC bajo la argumentación de que es el único partido que mantiene viva la antorcha del marxismo-leninismo y del internacionalismo proletario. Por ello, tras la negociación, concurre a las elecciones explicando que la suya es la única opción verdaderamente comunista.
El problema es que el PCC constituye en realidad el principal componente del también filosoviético Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), de Ignacio Gallego, cuyo peso estatal queda sustancialmente mermado sin la aportación catalana. Los miembros del PCC que forman parte de la dirección del PCPE, Ramos y Serradell, fueron firmes partidarios de crear la plataforma de Izquierda Unida, auspiciada por el PCE de Iglesias, pero paradójicamente no pudieron aplicar sus ideas en su propio feudo. Frente a eso, la negativa del PCC le ahorra al PSUC los problemas intentos que le habría creado el pacto, pues los sectores más abiertos del partido aún aluden con espanto al nivel de los enfrentamientos en la etapa que precedió a la escisión.
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