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ELECCIONES, EL 22 DE JUNIO

La incertidumbre un mito

A punto de cumplir cincuenta años de militancia comunista, Santiago Carrillo se enfrenta tanto al riesgo de quedar marginado de todo cargo público como a la expectativa de ser reelegido diputado por Madrid, al margen del PCE, y demostrar a sus antiguos camaradas su incapacidad para borrarle del mapa político. Él parece convencido de que la batalla se saldará con un alto coste para sus adversarios y que cuanto más débil sea la posición en que queden, más fuerte será la suya para exigir una negociación en pie de igualdad. Entre sus seguidores, nadie quiere comentar, ni como hipótesis, lo que sucederá si es Izquierda Unida quien obtiene representación parlamentaria y no Unidad Comunista.

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Respetado como uno de los protagonistas de la transición -etapa de la que nació una indisimulada, y perdurable, compenetración con Adolfo Suárez-, incluso quienes no comparten, en absoluto sus ideas recuerdan el tono incisivo, y con frecuencia irónico, de sus breves intervenciones en los debates parlamentarios. Sus antiguos compañeros de partido reconocen su habilidad para el juego en corto pero advierten de las desventajas que les reportaba la carencia de certeza, en ocasiones, sobre la consecución de los acuerdos.

En uno de sus últimos libros, de cierto cariz autobiográfico, interpreta que la gravedad de la crisis del PCE tras el acceso de los socialistas al poder estriba, en el escaso margen de juego para los comunistas, perjudicados, en su opinión, en las elecciones de 1982, por la crisis internacional y el "posibilismo surgido del golpe" del 23-F. A su juicio, debió ser más expeditivo con los renovadores -Eduardo Mangada, Pilar Brabo, Alonso Zaldívar, Roberto Lertxuridi e Isabel Vilallonga, entre otros- y la debilidad del PCE radicó, en último término, en la endeble formación teórica de sus miembros.

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