Rústico y urbano
Desde que llegó a la secretaria general del PCE, en diciembre de 1982, Gerardo Iglesias se ha mostrado como un defensor tenaz de sus decisiones, ya procedan de sus criterios personales o de la perspicacia para asumir los de los demás.
Quienes le conocen de compartir las horas de la noche -en las que desconecta por completo, según propia confesión, de su protagonismo político y frecuenta la pista de baile de una discoteca o pubs con banquetas aseguran que es listo, leal, paciente y sabe escuchar, pero no le perdonan que en ocasiones les deje con la palabra en la boca para entablar conversación con una mujer atractiva.
Tres años y medio después de haber llegado a la secretaría general, considera que ha consolidado su liderazgo, e incluso admite sin rubor la aspiración a ser reelegido en el XII Congreso del partido que se celebrará a finales de este año. Los que trabajan en su entorno, después de haber recibido con recelo una rusticidad que contrastaba con el refinamiento de su predecesor, le reconocen la firmeza con que se ha opuesto a la pervivencia de familias dentro de la dirección del PCE y elogian su negativa a las componendas.
Hombre de hablar pausado, no ha conseguido todavía desenvolverse en lo actos políticos, y especialmente: en sus apariciones en TVE, con el aplomo y la brillantez que se espera de un líder. Ello no parece preocuparle Mucho -"no voy de divo por la vida"- ni tampoco a los militantes del PCE, que ven en él "un hombre del partido".
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