La Alianza y el enfrentamiento con UGT, máximas convulsiones socialistas
El PSOE ha pasado del voluntarismo idealista a un rabioso pragmátismo
Los socialistas españoles han perdido en estos cuatro años de gobierno su estado de gracia. Aquel voluntarismo idealista que les hacía autoconcebirse como poseedores del tarro de las esencias para solucionar los problemas de los españoles ha topado con la cruda realidad. Son indulgentes para con ellos mismos cuando el único pecadillo que se reconocen es la ingenuidad. En absoluto aceptan que se hayan derechizado; han "madurado", que es diferente. La convulsión interna, hoy superada, que produjo el cambio del PSOE respecto a la OTAN, auspiciando la permanencia en la Alianza, ha sido la prueba más dura sufrida en el cuatrienio. Por otro lado, el enfrentamiento entre UGT y el partido ha generado una profunda desconfianza entre los dirigentes de ambas organizaciones. Aun así, es tarea difícil encontrar fisuras en un partido donde todos sus militantes destacan como su principal virtud la disciplina.
Un gesto significativo
Felipe González, secretario general del PSOE, contemplaba emocionado, la noche del 28 de octubre de 1982, desde un balcón de un hotel madrileño, cómo miles de personas le aclamaban puño en alto. Él no lo levantó. Quizá fue el primero en comprender, una vez que las urnas dieron democráticamente todo el poder al PSOE, que los postulados izquierdistas reflejados en el programa iban a tener que atemperarse notablemente si, como era su deseo, había que gobernar para todos los españoles.
"Hemos conocido la amargura de gobernar, y con ello, el cambio de un partido reivindicativo a ser el que gobierna y el que tiene que hacer frente a las reivindicaciones de los demás", decía un alto cargo gubernamental. "En los primeros momentos caímos en la frustración de que la reivindicación no es compatible con el gobierno", continuó, "y una cosa hemos aprendido: tener el instrumento del poder no es suficiente para cambiar las cosas".
El PSOE ya había tocado las mieles del poder por mor del briIlante resultado que obtuvo en las elecciones municipales de 1978; pero la dirección de la hacienda local distaba mucho de lo que sería el aparato del Estado. "Sospechábamos que no era fácil, pero realmente pecamos de ingenuos: los datos que creíamos ciertos no lo eran; no pensamos que la crisis bancaria fuera tan seria, ni que la reconversión era una tarea que debía comenzarse sin más dilación. Todo ello nos llevó a un abandono paulatino del voluntarismo para ser más realistas y afrontar la situación con firmeza", justifica un dirigente del PSOE.
Los primeros en advertir este proceso acelerado de realismo fueron los miembros de UGT, la organización hermana. Los reproches que les hacían en fábricas y en centros de trabajo fueron creciendo a medida que avanzaba la gestión socialista. El secretario general del sindicato, Nicolás Redondo, tenía que salvar la honra de la central y pronto comenzó a desmarcarse respecto del Gobierno con declaraciones críticas.
En diciembre de 1984, Nicolás Redondo pronunció en el pleno del último congreso del PSOE con el Gobierno en primera fila, un discurso dolorido, propio de cualquier dirigente obrero, que, primero, sobrecogió a los asistentes, que prorrumpieron en una larga ovación, muy superior a la que se dispensó minutos después a Felipe González. Aun así, Redondo se mueve en la actitud de una de cal y otra de arena.
Hoy el conflicto interno de más envergadura de la familia socialista se sitúa en la difícil relación entre el partido y el sindicato. No hay nadie que dude que la escaramuza entre ambos por la decisión gubernamental de reformar las pensiones -recortarlas, según UGT- no fue más que el pretexto de la central sindical para dar rienda suelta a su indignación contenida.
Fue precisamente Nicolás Redondo uno de los primeros en acuñar el término prepotencia para referirse a algunos miembros del Gobierno. Luego hizo fortuna, y de la prepotencia del PSOE, cuando no del rodillo socialista, se habló con profusión desde la derecha y el centro. En vísperas de las elecciones legislativas se observa un verdadero temor entre la dirección socialista de que ese mensaje haya calado en la población. Uno de sus máximos esfuerzos en la campaña se centrará en el intento de convencer de que "gobernar" y "tomar decisiones" no es en absoluto sinónimo de abuso.
En la organización socialista se rechaza por completo cualquier acusación de arrogancia, a excepción de algunos destacados miembros de la corriente crítica Izquier-
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da Socialista, que se han sentido "aplastados" en el proceso de elaboración de las listas e ignorados a la hora de redactar el programa. La existencia de estos críticos es una pequeña espina que el PSOE lleva con la mejor de las caras posibles, dada la escasa proclividad de este partido a tolerar los criterios por libre. Así lo entendieron perfectamente diversos secretarios provinciales que compatibilizan sus cargos con los de presidentes regionales. Ciertas tentaciones autonomistas se cortaron radicalmente en el XXX Congreso del PSOE en diciembre de 1984. "No podía haber 17 proyectos socialistas, sino uno solo, y así lo entendieron", afirmaron fuentes de la dirección. Las denuncias de presuntos abusos de poder y cierta proclividad al despilfarro en algunos de los Gobiernos autónomos socialistas y en las administraciones por ellos creadas provocó una inmediata reacción de Madrid, que impuso como consigna la austeridad entre los gobernantes socialistas. Objetivo no del todo cumplido. La proliferación de formidables vehículos oficiales e incluso el cambio en el vestir de los nuevos gobernantes ha provocado no pocas críticas.
Verdadero temor embargó a la dirección del PSOE cuando se vio en la tesitura de defender sin ambages la permanencia de España en la OTAN. Además de un sector importante de la sociedad en contra, no había seguridad de que las organizaciones socialistas repartidas por el país salieran a defender con ardor lo que poco antes habían denostado.
"Ante el éxito obtenido tuvimos la prueba de que tenemos un partido importante y que, una vez la la máquina en funcionamiento, trabaja con sincronía", opinó unos de los organizadores de la campaña del referéndum. Una máquina que en 1982 tenía 108.000 militantes y que ya son 167.000, según los datos de 1 de mayo pasado, repartidos en 3.632 agrupaciones, mil más, que cuatro años atrás.
Partido en dos
Los temores internos no eran injustificados, toda vez que la organización prácticamente se partió en dos en el momento de votar la inclusión de la permanencia en la Alianza en el congreso de diciembre de 1984. "Además de ese debate hubo otros no menos duros entre la ejecutiva del partido y varios ministros, sobre todo, los de Economía y Hacienda, Sanidad e Interior, este último por la ley antiterrorista", reconoció un secretario ejecutivo.
Los socialistas seguirán ofreciendo muestras de moderación en los próximos cuatro años, según anuncian ya algunos de sus ideólogos. El desterrar los conceptos caducos de la izquierda y eliminar lo que se ha revelado como ineficaz es la tarea intelectual que piensan emprender en breve los socialistas españoles.
Después de las elecciones, el PSOE creará una comisión tendente a reflexionar sobre "el papel de los partidos socialistas en el último tramo del siglo XV, integrada por miembros de la dirección e intelectuales.
"Los socialistas españoles hemos sabido soltar todo el lastre que condujera al dogmatismo, sin tener grandes traumas por ello", afirmaba, los pasados días, el vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. Se asegura que en este proceso revisor no entra en absoluto eliminar de las siglas PSOE la O de Obrero.
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