_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Norte

Existe una conjura contra el Norte, eso es evidente. No sé si está financiada por los dólares, de la CIA, el oro de Moscú o los denarios de Gaddafi, pero reconozco que están logrando desprestigiar ese punto del horizonte hacia el que suelen apuntar las brújulas razonables. La filosofia de los conjurados se resume inmediatamente: la maldad del planeta disminuye a medida que las cosas se alejan del Polo Norte. No me exijan sutilezas intelectuales porque son ellos, los sudistas, los que pronuncian ese patafísico duelo de manera tan maniquea. Más todavía, los conjurados están logrando cambiar la lucha de clases por la lucha de puntos cardinales, con todo lo que eso implica y simplifica la vieja dialéctica revolucionaria. Sería injusto atribuirle a Mario Benedetti el liderazgo sureño, pero he de reconocer que esa conspiración destinada a analogar el Norte con la historia universal de la infámia alcanzó hace un par de días, en colaboración con Serrat y otros amigos, cotas demagógicas ciertamente impensables en estos complejos tiempos. Al estribillo "el Norte es el que ordena", desfilaban por la pantalla todos los supues tos horrorés causados por el Norte, mientras que el punto cardinal opuesto era ilustrado como si se tratara de un spot navideño de la Unicef.Pero no sólo es la ingeniosa metáfora de Benedetti. Nuestros afamados pensadores filosofan con similar insidia de los bárbaros del Norte; los poetas más celebrados hunden sus estéticas en esa cultura de dunas, dátiles y Nilo; el estilo literario que aquí causa estragos consiste en orientalizar sin rubor; los mandarines posniodernos viven de echar pestes contra las ideas de razón y progreso surgidas de las civilizaciones norteñas, y los que apenas hace dos meses defendían con ardor surista aquello del Atlántico Norte huyen ahora al polo opuesto. Fíjense cómo será la conjura, que cuando me preguntan que dónde vivo ya no oso decir en el norte de España. Farfullo: en el sur del Reino Unido. Pero la historia no es nueva. Hace dos siglos nuestros castizos. hablaban con idéntica fobia de "los infectos vientos del Norte". Se referían a los vientos de la llustración.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_