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Un mundialista, en el banquillo

Luis Aragonés se trajo a Lyón el recuerdo del estadio bilbaíno de San Mamés, se disfrazó en el banquillo de Javier Clemente y convirtió a Quique Setién en el Sarabia del Calderón. Setién es uno de los 22 seleccionados por Miguel Muñoz para el Mundial de México, uno de los soportes técnicos del Atlético y un jugador capacitado por su buen manejo del balón y perfectos envíos en profundidad a los puntas para desequilibrar en una acción individual cualquier partido.

El prestidigitador Luis había sido el primero en comunicar al propio Setién, el pasado lunes, horas antes de que Muñoz hiciera oficial su lista, que estaba entre los 22 elegidos. Y, al parecer, mostró una alegría mucho más allá de la natural que todo entrenador debe sentir ante un hecho así.

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Quienes conocen a Luis ayer lo tenían claro: posiblemente, estaba preparando a Setién, con esa mezcla de psicología y cinismo que todo buen técnico lleva dentro, para el disgusto de la final de Lyón. Primero, la satisfacción generosa; luego, el relevo para dejarle en el banquillo.

Setién, en efecto, y tal como algunos sospecharon en la víspera, chupó banquillo. El Atlético comenzó su histórica final de la Recopa con uno de sus dos únicos internacionales incapacitado para cooperar con lo que debía ser un difícil triunfo. Tras el descanso, Setién siguió sin aparecer. Luis tardó otros 15 minutos en meterle en el equipo. Para entonces, el Atlético ya tenía en contra el gol de su fortísimo adversario y luchaba contra el reloj para levantar una final que se le escapaba.

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