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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los socialistas y la Prensa

Los ÚLTIMOS días de la legislatura socialista se han cumplido con un nuevo caso de oscuridad informativa gubernamental. Cuando un gotear de noticias permitió llegar a la evidencia de que aviones nodriza provenientes de la base de Zaragoza habían participado en la operación norteamericana contra Libia, tras estacionar en bases británicas, el ministro de Defensa continuaba con ambigüedades supuestamente dirigidas a ciudadanos de discernimiento infantil. No sólo se ocultó la entrevista de Felipe González con Vernon Walters, embajador norteamericano en las Naciones Unidas y enviado especial de Reagan -y los ciudadanos españoles creyeron, por tanto, que, a diferencia de los franceses o los alemanes, sus gobernantes eran discriminados-, sino que el posible grado de implicación española en la operación de Estados Unidos ha pretendido hurtarse a la opinión pública.Este talante no es nuevo. Como una muestra de la consideración en que los socialistas tienen a la política informativa, el departamento de prensa del PSOE conserva el nombre de servicio de "Prensa y propaganda". A la luz de este rótulo se entenderá que los planteamientos de Santiago Varela en Salamanca a propósito de una legitimación del intervencionismo estatal en los medios de comunicación no se susciten desde la nada. Tras esas bases conceptuales ha existido una práctica de política informativa que, entre otras cosas, no ha rehuido congregar a directores de medios oficiales, incluida Gaceta del Mar, para impartirles orientaciones a cargo de los jefes de prensa de los ministros.

Actualmente se hace ya muy difícil lograr una comunicación con los miembros de la ejecutiva socialista. En la sede del PSOE, la resistencia a facilitar información ha desembocado en que a menudo sea una secretaria el máximo interlocutor y requiera al periodista para que le narre el motivo de su llamada. La vicepresidencia del Gobierno ni siquiera cuenta con una persona que canalice esta relación. Extremo, por otra parte, que se entiende bien cuando su titular asegura repetidamente que no lee los periódicos.

Es un hecho cierto que sólo la existencia del ministro portavoz ha contribuido a impedir que las comunicaciones se cieguen más. Pero también es verdad que el acceso a sectores claves del. Gobierno es prácticamente nulo, y que más de una vez se han ofrecido informaciones inciertas. Se han maquillado reuniones de Consejos de Ministros dándose por aprobados textos legales que luego resultaron inexistentes, tales como el de financiación de las autonomías o el de la televisión privada. Se ocultaron los encuentros de Felipe González con presidentes de comunidades autónomas como Ardanza y Pujol. Y, en general, sobre el trabajo del periodista ha predominado una estimación de fisgón que demuestra el escaso grado de responsabilidad y madurez políticas de algunos mandatarios.

La idea de que la Prensa no merece leerse, es vehículo de chismes, ha de expresar las opiniones de un partido que ganó 10 millones de votos o debe esperar a recibir noticias oficiales y no investigar por su cuenta, según han venido trasluciendo destacados miembros del partido o de la Administración, parece componer un cuadro de autoritarismo y limitación del derecho de informar que difícilmente se aviene con las propuestas de modernización democrática. Al término de la legislatura es imposible no acrecentar más, con la acentuación de estos defectos, la sensación de secretismo y opacidad con la que se han comportado los líderes socialistas. No se puede decir que el porvenir electoral les sea desfavorable y con ello nada hace pensar que modifiquen su actitud en el futuro.

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