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Crítica:VISTO / OÍDO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pasó la moda de la televisión matinal

Se esfuma la televisión matinal. La sociedad la asumió con algún entusiasmo cuando apareció y se adviertieron algunos cambios de costumbres: los mercados, los comercios, notaron no solamente una modificación en los horarios de las compras, sino un descenso en la totalidad.En algunos hogares hubo quejas de que, a pesar del estímulo del programa de Elena Santonja, comenzaban a servirse a mediodía congelados, conservas o fiambres. Sin embargo, parece que, poco a poco, se vuelve a las antiguas costumbres y la televisión matinal se queda para los desocupados de siempre. Ya es algo.

Probablemente, este abandono paulatino no está en relación directa con la programación. Ha tenido muchas críticas y se ha pretendido que, en lugar de una función de entretenimiento, tuviera un servicio educativo y cultural y un destino hacia las escuelas y los centros de enseñanza, pero ésta es otra cuestión. El hecho es que folletines, recetas, noticiarios, gimnasia y documentales (el teletexto ha sido siempre desastroso: como fuente de información y hasta como grafismo) cayeron bien y se hundieron después, y que esto probablemente se debe a que el espectador potencial se ha dejado ganar por su propia dinámica inevitable.

Por la mañana, el español y la española son móviles, en la casa y fuera de ella algunas veces les acompaña el pequeño transistor, metido en un bolsillo o tomado por su asa. Pero el televisor es estable, inamovible.

En este punto se plantea una cuestión moral. Pedir que la televisión aumente el atractivo de sus programas matinales supondría una especie de incitación al abandono del trabajo o de la modificación de unos hábitos que no aparecen como indeseables.

Pero la alternativa de declarar esta programación inútil tampoco es realista. La cuestión está en considerar la televisión pública más allá -o más acá, quizá- de un medio de masas, y de medirla por el número de espectadores que pueda tener en cada momento, de forma que lleguemos a la conclusión aberrante de que su éxito depende de la fuerza que tenga para cambiar las costumbres de los ciudadanos en lugar de como un servicio para aquellos que, sin alterar su estilo de vida, puedan contemplarla.

Para recluidos

No hay que recluirse en casa para ver la televisión matinal, sino que la televisión matinal debe programarse para quienes están ya recluidos e inmovilizados, aunque no sean suficientes como para justificar los gastos ni la publicidad. Ésta es precisamente la condición de servicio público, y la que tendría que acentuar cuando estuvieran en funcionamiento los canales privados: una concurrencia bastante distinta a la que se plantea ahora. Esta cuestión no sólo afecta al programa matinal, sino que es una necesidad de imaginar de nuevo cómo puede ser una televisión pública, que deja de ser única, y para qué servicio está hecha cuando esté rodeada de canales comerciales. Es evidente que no ha de ser la misma, como los teatros nacionales o municipales no pueden tener los mismos objetivos que los comerciales o pelearse por el mismo público, aunque esta cuestión también esté ahora poco clara.Pero esto aborda ya las cuestiones de la filosofía política y de la delimitación entre servicio público y servicio privado, lo cual nos lleva mucho más lejos de lo simplemente propuesto: la televisión matinal ha perdido su moda, sigue siendo útil y necesaria como servicio público para los que están al margen de la moda -para los menos, y no para los más- y quizá fuera conveniente que diseñase su programación teniéndoles en cuenta principalmente.

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