Los pluriempleados del Gotemburgo destrozan al Barcelona
ENVIADO ESPECIALEl Barcelona habría deseado que la noticia ficticia aparecida en un diario sueco con motivo del Día de los Inocentes hubiera sido verdad. La información aseguraba que Torbjorn Nilsson no jugaría con el Gotemburgo porque acababa de ser traspasado al Gais, rival ciudadano de los Blavitt, de la Segunda División.
Este jugador, de 31 años de edad y que está a punto de colgar las botas, hizo auténticas diabluras. Cuentan que, en la vida normal, es cocinero y que empieza a servir desayunos a las siete de la mañana. Apoyado por un fontanero, Tord Holmgren, que provocó inundaciones en el centro del campo azulgrana; un bombero, Tommy Holmgren, que incendió la pradera barcelonista, y un mozo de almacén, Ekstrom, que avanzó con su toro por el área catalana como si de los pasillos de su empresa se tratase, Torbjorn Nilsson le hizo ayer un guiso con sal y pimienta al Barcelona, que tendrá que trabajar como casi nunca lo ha hecho para levantar una eliminatoria que se ha puesto poco menos que imposible para él.
El Gotemburgo no tuvo piedad del Barcelona. Aprovechando el desconocimiento que se tenía de ellos y con una extraordinaria forma física, una técnica más que depurada y una gran hambre de triunfos, los suecos aprovecharon el pitido inicial de Christov para someter al conjunto de Venables a un acoso sin cuartel. Sólo se calmaron cuando consiguieron el primer tanto. A partir de entonces jugaron con la cabeza más fría y decidieron desenvolverse como todo un campeón europeo, es decir, tratando de encontrar el momento ideal para rematar su trabajo. Y lo lograron poco antes de llegar al descanso y casi iniciado el segundo período.
Los fotógrafos catalanes se dieron cuenta rápidamente de que en la portería de Wernersson no iban a comerse un rosco y decidieron colocarse en el centro del campo, que era donde los suecos iban a gestar su gran triunfo ganándole la batalla a los barcelonistas, capitaneados por un Schuster que, apoyado por un desangelado Esteban, quería y no podía.
Con gran anticipación, desplegando todas sus fuerzas en cuanto era dueño del balón y trabajando para que el cocinero y el mozo atormentaran a Migueli y compañía, el Gotemburgo le fue comiendo espacios al Barcelona, que contó con sus dos únicas ocasiones de gol cuando sólo restaban dos minutos de juego: Julio Alberto falló cuando se encontraba solo ante el meta sueco y Marcos estrelló inmediatamente después un cabezazo en el larguero.
Perjudicados por un terreno de juego inadmisible para cualquier semifinal europea, los jugadores barcelonistas se pasaron el partido cediendo balones al contrario o lanzándolos 10 metros mas allá de donde se encontraban sus compañeros. Mientras, el Gotemburgo mantenía su defensa en línea de cuatro jugadores, consciente de la importancia que tenía salvar este primer compromiso sin recibir un solo gol.
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