El Madrid sólo pasó apuros con Stielike en juego
ENVIADO ESPECIAL El Madrid pasó apuros en Neuchâtel durante 52 minutos, justo el tiempo que Stielike estuvo en el campo, aunque su clasificación para semifinales de la Copa de la UEFA no llegó a peligrar nunca porque el segundo gol suizo llegó a un minuto del final. Molowny sacó a Juanito, pero quiso evitar la conflagración bélica con Stielike con una táctica, de camufiaje Buscó rehuir el choque directo y frontal entre ambos jugadores y para ello encomendó a Michel la vigilancia del alemán. Pero Uli salió decidido a buscar a Juanito cuando era el Madrid el que se proyectaba al ataque aunque lo encontró pocas veces.
Así, pues, aunque Molowny estratégicamente no lo quisiera, estaba claro que el partido quedaba supeditado a la batalla con Stielike. Y éste comenzó ganando las primeras escaramuzas. Conquistó un gol á los diez minutos y empleó más munición él solo que todo el Madrid: cinco entradas en falta (dos a Juanito, otros dos al Buitre y una más a Gallego) y sólo recibió una vez pólvora de las botas de Michel.
El choque se planteó en su primera media hora con una fuerte tensión, aunque a partir de ahí todos parecieron tomarse un pequeño armisticio. El Neuchátel buscó, más que el Madrid, posiciones de remate lanzando al habilidoso extremo Jacobacci desde atrás, en donde Stielike era el amo y Hermann su principal ayudante. Pero el Madrid comenzó también a salir de su trinchera cuando Michel, con inteligencia, intentó conducir a sus compañeros cuando quedaba algo despejado de la vigilancia sobre Stielike. Las continuas apariciones de Valdano y de Sanchis, por otra parte, hicieron recular también a los jugadores suizos.
El equipo de Molowny pudo, entonces, lanzar algún contragolpe que forzó a la retaguardia del conjunto helvético. El argentino remató un balón cruzado con mucho peligro a la derecha del meta Engel y, sobre todo, Martín Vázquez estrelló espectacularmente el balón en un poste en la segunda gran ocasión blanca. La réplica del Neuchatel pudo suponer su segundo gran golpe, pero Jacobacci, en inmejorable posición, envió su remate a una de las múltiples vallas publicitarias.
Ante el segundo tiempo quedaba la incógnita de si Stielike había agotado todas las balas de su profesional revólver y si Juanito sería capaz de mantener su positivo equilibrio mental de los cuarenta y cinco minutos iniciales. Pronto se despejó la duda.
Stielike tuvo que abandonar el campo a los 12 minutos de ese período, por los problemas de abductores que le habían obligado la víspera del choque a cruzar la frontera alemana para ser infiltrado por un médico de su país. El camino del Madrid quedó así más despejado, y el de Juanito también. El Neuchâtel no pasa de ser, sin el alemán, un discreto equipo que se movería, como mucho, de la mitad de la tabla hacia abajo en la Primera División española. El pecado del Madrid radicó en un excesivo conformismo que permitió una presión suiza, aunque casi siempre atropellada y bien resuelta en esta fase por el excelente partido de Sanchis y Gallego, este último muy acertado como defensa libre y, en última instancia, por Ochotorena. Las contras del Madrid fueron tímidas, pero en una de ellas Hugo estrelló un soberbio disparo en el cuerpo del meta suizo. El agobio final del Madrid fue siempre más ficticio que real. El segundo gol suizo sirvió, al menos, para que los jugadores locales se retiraran como héroes ante sus aficionados: un equipo de provincias había conseguido derrotar al gran Real Pero ya se sabe: el Madrid suele solucionar las eliminatorias en el Bernabéu.
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