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El Betis desaprovechó sus bazas en San Mamés

Santiago Segurola

Nunca el Betis echará tanto de menos su afamado duende, ese que dicen que acompaña a los de Heliópolis cuando las noches son de plenilunio y la temperatura es primaveral. Fue noche de cuarto creciente y el duende se quedó tomando finos en la calle de Sierpes. De lo contrario, el Betis, con Del Sol en el banquillo, habría podido destrozar a un Athlétic que jugó el segundo tiempo con el norte perdido.El tedio presidió la primera mitad. El Athlétic, que demostró poca cosa, se encontró con dos goles de fortuna que hicieron justicia a dos fajadores del fútbol -Gallego y Noriega- y dejaron constancia de la escasa consistencia de la línea defensiva del Betis. Fueron 45 minutos que permitieron a la cátedra sacar algunas conclusiones. Por ejemplo, Zubizarreta ejerce de Hamlet cada vez que el pelotón vuela sobre el área. Estatuario se quedó en un balón que remató Parra sin adversario a tres metros a la redonda.

Peor es lo de Julio Salinas, que, según los críticos más bondadosos, está atacado por la astenia invernal. Otros, más severos, le acusan de guardar las piernas para el pasto de Jalisco. El caso es que el cigüeño deambuló lánguido una vez más. Sólo al final de la segunda parte mostró algo de genio en una arrancada que pudo costar el tercer gol al Betis.

En el bando contrario se esperaba con cierto morbo la actuación de: Gabino, al que llaman El Sarabia del Sur. Desmañado y magro, sí es. El chico tiene ese aire desvalido y frágil, como falto de pelargón, que despierta un fervor maternal hasta en los forofos que se afeitan tres veces al día. De sus habilidades no se supo nada. Un par de: aperturas inteligentes y, luego, el letargo, que fue comunitario en el primer tiempo.

El gol de Rincón descompuso al Althlétic, que sacó a reludir un juego chato y blando, lejano al principio geométrico de Clemente: la distancia más corta entre defensa y delantera es el zapatazo de Goikoetxea. Era una concepción austera que eliminaba la aduana de intermediarios en el centro del campo, que ahora se ha descubierto que no existe. Sólo Gallego impone respeto. Urtubi, que antaño arrastraba al equipo como un Panzer, transporta ahora la pelota como si fuera la bola de Sísifo.

El agobio final inundó el campo, el graderío y hasta el banquillo: Cuando Dan¡ sustituyó a Noriega, el partido estuvo detenido cerca de tres minutos porque el encargado de los cartelones se empecinó en mostrar el número 11 de Argote, que descansaba en el vestuario desde el medio tiempo.

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