_
_
_
_
MONTAÑISMO

Garrido no repetirá nunca la experiencia del Aconcagua

Fernando Garrido, de 27 años, llegó ayer por la mañana a España. Lo hizo en vuelo directo a Madrid desde Santiago de Chile y en primera clase por cortesía de la compañía Iberia. El de ida fue todo un peregrinaje: Zaragoza-Marsella, en autobús; Marsella-Río de Janeiro, en la compañía más económica que encontró, y Río-Santiago, de nuevo en autobús. Para que se produjera este cambio sólo tuvo que estar 61 días en la cima del Aconcagua, a 6.959 metros de altitud. Jamás un ser humano ha estado tanto tiempo en condiciones tan extremas. Él no será quien lo intente de nuevo: "Ha sido peor de lo que me imaginaba y, aunque ha merecido la pena, nunca repetiré la experiencia".

La aventura de Garrido le ha valido para establecer el récord del mundo de permanencia en la alta montaña. El anterior lo tenía el francés Nicolás Jaeger, que en 1979 estuvo 60 días en la cumbre del Huscarán, en Perú, a 6.700 metros de altitud. Garrido dice que Jaeger, que murió en 1980 en el Himalaya, le engañó: "Leí su libro y me pareció cosa fácil lo de estar dos meses en la montaña. Ahora puedo asegurar que ha sido una experiencia terrible".Garrido se llevó al Aconcagua la Biblia y libros de yoga y ajedrez. "No pude leer ninguno porque era incapaz de hacer el más mínimo esfuerzo mental. Siempre estaba perezoso, hasta el extremo de que me, planteaba cada día el tener que hacerme la comida". Esta fue una de las consecuencias de vivir a una altitud donde el oxígeno falta, se produce un malestar continuo y, hasta que el cuerpo se aclimata, el organismo rechaza cualquier tipo de alimento.

Los chorizos y quesos que se llevó Garrido a la cima quedaron para mejor ocasión. Sólo le apetecían productos líquidos. Perdió 11 kilos de peso en estos dos meses y tuvo las manos y los pies al borde ,de la congelación ante temperaturas de 20 grados bajo cero. "Llevaba tres pares de guantes y botas triples, pero se me congelaban igual. Lo peor era cuando conseguía hacerlos entrar en reacción porque el dolor que se siente es inimaginable".

Aún tuvo que soportar situaciones más críticas, aunque luego no tuvieran ninguna consecuencia. Fue ya casi al final de su aventura. Llegó a traspasar la frontera del miedo y éste se convirtió en pena "porque veía que se me acababa la vida cuando viví una tormenta eléctrica como jamás pude imaginarme que hubiera. Las piedras estallaban a mi lado y el pelo se me erizó de la electricidad".

Fue uno de los momentos en que Fernando Garrido pudo recobrar la lucidez en su letargo, ya que casi todo lo demás lo recuerda como entre sueños: "Es como si mi vida hubiera tenido un paréntesis. Tengo recuerdos borrosos, que no sé si fueron de verdad. La lucha contra la naturaleza resultó mucho más dura de lo que me podía imaginar. Llegué a perder la noción del tiempo. Sabía cuántos días llevaba porque me lo decían los compañeros por radio. Esa comunicación fue la que me permitió soportar lo que, al final, era una situación insostenible".

Este profesor de esquí ha regresado como un héroe. Cuando se fue al Aconcagua, cubrió a duras penas el presupuesto, unos dos millones de pesetas. Ahora ya piensa en la travesía del Himalaya, desde Pakistán hasta Tailandia.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_