El Real Madrid resolvió con un 82% de acierto
Bastaron 11 minutos para que el público obrase con la sensación de que el partido estaba resuelto. Había pasado suficiente tiempo como para hacer funcionar la memoria y llegar a dos conclusiones superficiales: el Real Madrid fallaba muy poco y el Maccabi todo lo contrario. La diferencia, al minuto 11, significaba que un equipo casi doblaba en puntuación al otro (31 -16). Era una verdad como un templo.
El Real Madrid no había hecho otra cosa que funcionar con mucha racionalidad, un tipo de juego que los jugadores han definido entre si como al tran tran. Y jugar al tran tran significa gastar tiempo en hacerlo casi perfecto, someter al contrario a un gota a gota de canastas y, si cabe la ocasión, apuntillarlo con un cambio brusco de ritmo. En ese preciso minuto, el equipo madridista llevaba un porcentaje del 82% en los lanzamientos, mientras destrozaba a su rival en defensa con un 40%. Poco importaba que, en la captura de rebotes, la desigualdad fuera beneficiosa para los israelíes.
Esa racionalidad, amparada en el cerebro de Corbalán con un balón en la mano y el uso que hace del ritmo, subió algunos enteros poco después, cuando el porcentaje subió al 83%, la defensa madridista alcanzó el descanso con sólo siete personales en su haber y el equipo contrario quedaba despegado a casi 20 puntos de diferencia (55-36). Sólo una racha individualista de Lee Johnson (7 de 7) permitió al Maccabi no salir peor parado. Pero ese detalle escapó al público, que no puede anotar tanto en la memoria. Le bastaba con tomarse, relajado, un refrigerio porque nada tenía que temer.
Ante esa tesitura, la segunda parte sobró, resultó incluso aburrida y ofreció una imagen desafortunada del antes temido Maccabi, que despreció incluso cualquier mínima presión sobre los madridistas para, al menos, intentar reducir la diferencia. Lee Johnson llegó a un estado, con el marcador en 90-62, en que había transformado la mitad de los puntos de su equipo; era el único que, a fuerza de jugar por libre, mantuvo el marcador. El resto llegó a hacerle, incluso, un vacío, durante muchos minutos. se limitaron poco más o menos, ano jugar.
La perfección madridista había bajado enteros porque la tensión del partido disminuyó estrepitosamente. Sin embargo, dos jugadores mantuvieron ese espíritu en el tiempo que estuvieron en cancha: Corbalán y Del Corral. Corbalán porque movió la pelota y distribuyó a los jugadores según todos los cánones; Del Corral porque derrocha una personalidad tan implacable que, ahora que disfruta de minutos de juego, parece no darse por satisfecho.
Porque es que Del Corral, si bien se muestra mas recatado ofensivamente, -a excepción hecha de un lanzamiento desorbitado desde ocho metros que provocó sorpresa-, mantiene la furia defensiva a todo tiempo. Viéndole el músculo tan contraído. y la mirada tan vigilante, el gesto duro y los movimientos nerviosos, pudiera suponerse que habría sido capaz de marcar a Berkowitz hasta en el tiempo muerto.Del Corral tiene una apariencia engañosa, porque su sed de victoria parece sed de venganza. Y es un jugador que, una hora antes de empezar el partido, ya lo está jugando.
En el tiempo de descuento, como cabe definir a la segunda parte, el partido ofreció muy pocos datos, tan sólo alguna anécdota. Por ejemplo, que Romay tuvo un acceso de fiereza ante cuatro personales casi consecutivas que obligó a Lolo Sáinz a darle unos minutos más de juego. Por ejemplo, que el juego del Maccabi resultó tan desafortunado que , en mas de una ocasión, los aleros-tiradores Janichi y Berkowitz chocaron entre sí. Cuando dos aleros del mismo equipo se encuentran en el mismo puntos es que ese equipo, no los dos aleros, no funciona. Así actuó el Maccabi, justo la cara opuesta del juego racional madridista.
Posibilidades
Tras este encuentro y dados los otros resultados de la jornada (Simac, 90; Cibona, 66 y Zalghiris, 112; Limoges, 100), el Real Madrid sale ligeramente beneficiado. Quedan tres jornadas y aunque caben muchas combinaciones, el Real Madrid tiene tres cosas claras: que ha de ganar todos los partidos del pabellón (Simac y ZaIghiris) y que sería fundamental ganar a los italianos por más de nueve puntos. Con ello puede bastar. Pero, sobre todo, si gana en Zagreb la final estará poco menos que asegurada.
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