_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sorolla

El Museo Sorolla, en lo que antes era Martínez Campos, era un sitio cerrado, hermético, algo así como un chalet grande y abandonado, al margen de la ciudad, en el corazón de la ciudad, palpitante de crudos quemados. Una vez fui a hacer un reportaje en color, para una revista ilustrada. Los últimos sorollas son de un laconismo -tema y técnica- que indican cómo el pintor iba a más. El Museo Sorolla es como un chalet pretencioso de maestro de obras de derechas. El otro día se me presentaron en casa dos francesas con mi texto sobre Sorolla, para Europalia, en francés, protestando de lo que digo sobre el pintor. Digo lo que luego me dice Paco Nieva, el inagotable, con quien he cenado varias noches en las pasadas navidad es:-Sorolla tenía mucho talento y muy mal gusto.

Yo califico a Sorolla de gran pintor y hombre "ininteres ante". ¿Cómo traducir eso al francés cartesiano? (El francés proustiano, mucho más matizado, aún no parece que haya calado en los galoparlantes). El Museo Sorolla, ahora que Sorolla empieza a ser redescubierto, en España y en el mundo, es un raro y laberíntico chalet de lo que antes era Martínez Campos, donde casi siempre llueve, aunque no llueva en la calle, una estación que solía quedar fuera del vía crucis del turista, pues que los tourloperators no afinan tanto. Y después de la reivindicación de Sorolla tiene que venir, claro, la de Romero de Torres (que tenía su estudio en la plaza de la Paja y andaba por Madrid con dos galgos) y la de Ignacio Zuloaga, cuyo estudio aún se conserva en las Vistillas, en una plaza que se llama, incoherentemente, de Gabriel Miró, y que se centra, para mayor cafarnaún del nomenclátor, con una espantable estatua de Ramón Gómez de la Serna, estofado y guarnicionado de símbolos modernos, cuando el símbolo es todo lo contrario de la greguería.

Así las cosas, Sorolla, casi tan dotado de pupila y muñeca como Goya, y hombre muy inteligente, aparece siempre cegado por la luz excesiva de Levante, como casi todos los levantinos (lo cual les lleva a la estampa, en pintura, música y literatura-Óscar Esplá). Pero, al margen de los tour/operators, el Museo Sorolla es un rincón céntrico, ignoto, entrañable y aleccionador en la orilla izquierda de la Castellana. Hoy parece insólito decirlo, pero fue el Ceesepé de su tiempo. Sólo que más.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_