Derrota del Madrid en Milán tras neutralizar 21 puntos en contra a falta de tres minutos
ENVIADO ESPECIALNada en el intermedio podía resultar siquiera tranquilizador. A los 17 puntos favorables al Simac de Milán había que añadir que el Real Madrid sólo encontraba alguna fluidez ofensiva en las acciones, cerca de la canasta, de Fernando Martín e incluso de Romay. Robinson estaba muy descuidado. En los lanzamientos de lejos, el equipo sólo alcanzaba un porcentaje del 30%. Sin tiro, obligados a la exclusiva Martín, la debacle llegó en cuando este jugador cometía su tercera falta personal, en tres acciones más que superficiales.
El desconcierto procedió de la inseguridad general en el tiro y nació, lógicamente, de las dificultades de Townes, no para encontrar posición sino para encestar. Cuando el tirador de elite falla en buenas situaciones, un halo de inseguridad se transmite al resto del equipo. Corbalán, en acciones quirúrgicas, intentó tres disparos consecutivos para cortar la hemorragia, pero falló claramente.
El Simac, sin jugar bien, enfilaba los 20 puntos de diferencia. Martín había cosechado su cuarta falta, por la tercera de Romay. Quedaban 20 minutos, el resultado era para arrojar la toalla y el juego era lamentable y desacertado. En 20 minutos, así vistos, no daba tiempo para nada. Era cuestión de coger la pizarra, olvidar el pasado reciente, y empezar con una semana de entrenamiento-rehabilitación, para cortar lo que parecía una. racha negativa: tres derrotas en tres partidos y en 15 días.
Con Rullán como alero alto, ,en lugar de Townes, e Iturriaga de base, el Simac alcanzó los 21 puntos de diferencia en el momento. en que Martín se marchaba por cinco personales. Fracasaba una solución de urgencia.
Sin embargo cinco minutos más tarde, Robinson se había transformado en dueño del rebote, Rullán recordaba aquellos tiempos en que se codeaba en la elite europea y Townes mejoraba paulatinamente en su constante vital: el tiro. Salió del coma profundo en un lanzamiento de tres puntos. Hizo el ademán, se paró, dio un paso, miró al techo y, por fin, se levantó. Como si fuera un recién nacido, Townes consiguió su primera canasta de tres puntos y empezaba a funcionar. Se borraban las nubes, porque Corbalán encontraba otras alternativas sobre las que decidir. La diferencia se estableció en los 10 puntos.
Para rebajarlos hizo falta la presencia de un hombre de trabajos forzados, Alfonso del Corral, quien podría ser confundido, físicamente, con toda una pléyade de jugadores italianos que han marcado un estilo: duros, implacables, todo terreno, poco espectaculares, pero fuertes y con fe. Del Corral asentó algunos tiros sencillos, que antes nadie había conseguido ejecutar con limpieza, y solucionó las grietas del juego cogiendo rebotes, anulando a Premier (21 tantos en la primera parte) y cortando la fluidez del juego italiano.
Así, a falta de 3.20 minutos, se alcanzaba el empate (73-73). Se había alcanzado la opción al triunfo porque, en esos momentos, la situación era muy favorable para el Real Madrid. Sus jugadores no estaban agobiados por las personales, el Simac fallaba muchos lanzamientos y Robinson era dueño del rebote.
Pero se perdió. Faltó seguridad, aplomo, concentración. Se regresó al esquema anterior y se permitió que el Simac pudiera resolver con tiros libres lo que ya no sabía hacer de otro modo. Un balón de oro que perdió Corbalán a falta de un minuto precipitó que el resultado final no saliera de la última jugada.
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