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El Estudiantes venció con facilidad al Joventut

Luis Gómez

Desarbolado el Joventut, desconcertados los jugadores verdinegros, posesos Villacampa y Margall del mal del tiro sin fin de tres puntos, paralizados Housey y Stewart en el control del rebote, la Demencia celebraba anticipadamente el triunfo. Había 20 puntos de diferencia entre uno y otro equipo, una distancia que resultaba real sobre la cancha, pero que podía parecer un espejismo. Pues bien, ni la Demencia pareció inmutarse ayer por lo que pasé. Se ha vuelto burguesa, amanerada, y disfruta con normalidad de estas victorias y de la nueva situación del Estudiantes, líder invicto de la categoría. Dicho ablandamiento se reflejó en el la, la, la, con que, a modo de coro de acompañamiento en sala de fiestas, animó al equipo en algún momento. Estudiantes es un equipo con fe; pero, ayer, su victoria fue, hasta cierto punto, tranquila.Y no había razón para ello, cuando se supo que Vicente Gil tenía que estar ausente, aquejado de un extraño virus que le hace perder kilos por semana. El líder, capitán y talismán, ordenador y cerebro del caos, se apuntaba a ver el espectáculo desde el banquillo. Parecieron desinflarse las esperanzas, cuando, en la primera parte, Rementería se lesionaba, mientras sus compañeros se cargaban peligrosamente de personales -Montes y Pedro Rodríguez, con tres-, en tanto el Joventut acortaba distancias con cierta seguridad. Sin embargo, Estudiantes dominó tan ampliamente en los primeros minutos de la reanudación, que el partido no tuvo emoción al final.

Parte de culpa le cabe al Joventut, en exceso confiado. Se colocó en una flácida zona 2-3, tonta y afeminada, que no produjo ningún efecto y permitió al Estudiantes colocarse en 32-23, sin hacer gran cosa y encima con el base Lafuente poco dispuesto a romper la defensa con tiros de media distancia. Bastaba con un Russell apoteósico en la captura de rebotes ofensivos. Sólo en un momento de clarividencia, el técnico Nolis ordenó presión sobre Lafuente: efectivamente, le costó dominar la pelota y soltar un primer pase adecuado. Russell y Pinone se quedaron sin abastecimiento de balones, y el Joventut, tranquilo, alcanzaba un calculador 48-47 en contra en el descanso.

Ahora bien, en 10 minutos de la segunda parte, el Joventut sólo cosechó siete puntos, por 25 de su rival. La presión sobre Lafuente continuaba, pero sin demasiada fe. Entretanto, casi todos los rebotes, ofensivos y defensivos, fueron del Estudiantes. Cualquier fallo era resuelto en acciones de empeño, de fuerza, de rabia. La fuerza física del Estudiantes, su correosa defensa, su ritmo implacable a la hora de no dar cuartel al rival, su fe en lo imposible se impusieron. A todas estas condiciones, el equipo añadió un baloncesto muy sencillo, en el que tuvo, incluso, la inteligente idea de emplear mucho tiempo en los ataques. Todo fue simple, por sorprendente. El Joventut navegó a la deriva, perdida de forma irrecuperable la batalla por los rebotes y desacertados sus tiradores. Sin esos elementos, era un equipo deshauciado y así se mostró en los últimos minutos.

Por lo que resulta que, ahora, el Estudiantes es líder, tras tres victorias amplias, aparte de único equipo invicto. ¿Es esto un espejismo?. Lo es, ciertamente, pero es que este equipo está capacitado para convertirse en el líder de los espejismos, como fue que ayer ganara al Joventut/re-velación con amplitud y tranquilidad. Y un equipo así, imprevisible, puede acabar de cualquier manera, por lo que nada sabemos sobre su futuro inmediato. Puede acabar hasta cambiando su imagen: la caótica, agresiva, excitante, rapidísima, vibrante de hace unas semanas, por la tranquila, sosegada, incluso cerebral y aburguesada actuación de ayer. Tan aburguesada como su Demencia, entonando el la, la, la en pleno juego.

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