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GRUPO A-1 DE LA LIGA DE BALONCESTO

El Barcelona superó al Madrid en todos los conceptos

Luis Gómez

Tal fortaleza demostró el Barcelona en los primeros minutos que el partido quedó decidido en un sentido: ¿sería capaz el Madrid de remontar todo lo que tenía en contra? El público lo vio así y el marcador no fue más que un fiel reflejo de la lucha constante, desigual, a veces feroz y en pocas ocasiones afortunada del equipo madridista por doblegar a un rival que tenía una imagen más poderosa. En el minuto 38 el Madrid se rindió aparatosamente. El Barcelona había sido superior en todos los conceptos del juego, un bloque férreo, monolítico, demasiado duro de pelar.Aito García Reneses había preparado concienzudamente el encuentro. Tan milimetrados tenía los detalles que obligó a Lolo Sainz a sentarse en un banquillo que no era el suyo, despertando su superstición y como un signo subliminal de advertencia. Aito colocó a sus pupilos a defender, como pocas veces se les ha visto, y los puso, sobre todo a los pívots, a correr en ataque, buscando intercambios constantes de posiciones, con la función de debilitar la acción defensiva del Madrid, precisamente su lado más sólido.

En los, primeros minutos, otro detalle: la salida fulgurante de De la Cruz, con 10 puntos de oro en cinco lanzamientos intachables y sus primeros rebotes ante las narices de Robinson. De la Cruz jugó 12 minutos casi perfectos, en los que sólo comenzó a desequilibrarse al sufrir sobre su pecho la potencia de Fernando Martín. Pero Aito había gastado adecuadamente su munición. El Barcelona había consolidado su dominio en el marcador, sin llegar a rebasar los 10 puntos de ventaja, pero con una capacidad de respuesta que no daba respiro al juego madridista. En el ataque blanco, Townes quedaba en evidencia, nadie encontraba posiciones de disparo y las acciones dado que Robinson no era el de hace unos días, se dirigían en exclusiva a Fernando Martín. En la defensa, los intercambios de los pivots azulgrana provocaban des pistes en el centro de la zona mientras que la movilidad de los aleros, Smith incluido, contribuía a que los madridistas nunca tuviesen la sensación de que imponían respeto.

En esas condiciones, el Madrid recurrió a la fe de dos jugadores: Martín y Del Corral. Ellos sujetaron, artificialmente, el marcador, porque el Barcelona no ofrecía grietas. Del Corral cogió rebotes difíciles, encestó desde siete metros, se metió como un kamikaze a remachar algunos tantos, a solucionar entuertos o a buscar soluciones desesperadas. Martín terminó perdiendo los nervios porque consiguió 30 puntos a fuerza de apartar a un armario como Wiltjer, lo que ya supone casi algo parecido a los doce trabajos de Hércules. Biriukov fallaba en el tiro, Townes provocó un exceso de desconfianza en sus compañeros e Iturriaga no se encontró a sí mismo, a saber por qué.

Mientras, el Barcelona mantuvo un ritmo constante e imperturbable. Cuando en una reacción briosa el Madrid se puso en 58-61, dos contraataques, solucionaron la papeleta: 58-66. Una defensa seria más un ataque fluido y una capacidad psicológica de reacción suman demasiados factores para superarlos con fe. Cuando el marcador señaló que el final estaba cerca, la fe en el milagro desapareció, el Madrid entró en agonía y el Barcelona machacó. ¿Podía haberlo hecho antes? Quizás, pero Aito tenía el partido diseñado y el final tenía que llegar en su momento.

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