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March 2

He tardado en comentar el alucinante viaje de retorno del señor Ruiz Mateos a la cotidianeidad española porque también he tardado en digerir el insólito despliegue de esta tragicomedia llena de ruido y de furia, de abogados y de vírgenes de Lladró. Tengo al señor Ruiz Mateos por persona inteligente, porque no sólo con audacia y desaprensión se consiguen las grandes fortunas o se montan los negocios colosales. Por eso estoy en condiciones de sorprenderme de los extraños compañeros de retorno que se ha buscado.La llamada derecha civilizada no ha dado la cara por el señor Ruiz Mateos porque en éste, como en los restantes casos, no sabe a qué atenerse. Pero se le nota a la vieja dama un cierto impulso cariñoso hacia el capitalista caido; un instinto de sangre hermana vertida sobre la arena en una corrida que juzga desmesurada. La derecha civilizada aguarda a que los jueces aporten el menor síntoma de traspiés del poder para llevarse en volandas a Ruiz Mateos hasta los altares y colocarlo allí como una estatua más, la más grande y poderosa, sin duda, de Lladró. Pero de momento esa derecha no se moviliza. No se echa a la calle por un Ruiz Mateos sospechoso, y su ausencia la cubre la veterana extrema derecha, no se sabe si por mover el esqueleto o porque tiene a Ruiz Mateos por uno de los suyos.

Y aquí está el quid de la mala cuestión. Porque malo es para el señor Ruiz Mateos ese aquelarre de ultras que le jalean y le devalúan ante la opinión pública, convirtiéndole en un Juan March bis, sin atender el acertado axioma de que, cuando la Historia se repite, lo que se dio en forma de tragedia se replantea en forma de comedia. Y de entremés de ultras y banqueros caídos parece ese recibimiento en olor de fundamentalismo franquista, con los dedos de la mano hechos una uve y estableciendo una peligrosa complicidad con la nostalgia fascista. Yo del señor Ruiz Mateos o de sus innumerables abogados rogaría a los ultras que no le apoyasen, que no le quisieran tanto. Hay amores que matan, y ya que en refranes estamos, incluso a los caballos regalados hay que mirarles el dentado.

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