Guía para oír a Rostropovich
Hace una semana, el teatro Real vivió una de sus grandes jornadas. Ante un público de excepción, por lo numeroso y vario, presidido por los Reyes de España, el gran músico de origen soviético Mstislav Rostropovich, al frente de la Sinfónica de Radiotelevisión Española, rindió homenaje a don Juan Carlos y doña Sofía en el décimo aniversario de su coronación.No es raro que este género de actos se desarrolle en un ambiente en el que lo social domine sobre lo artístico y en el que la etiqueta -que puede existir aunque no haya frac ni esmoquin- limite la espontaneidad.
Uno de los muchos atractivos del concierto homenaje a los Reyes fue, precisamente, el de su clima: natural, entusiasta, aplaudidor y atento, sobre todo, al fenómeno musical que, en varias dimensiones, supone el programa que esta noche seguirá toda España por televisión. Dimensión del lengendario violonchelista Rostropovich; dimensión del músico que empuña la batuta para arrancar la más honda autenticidad a los pentagramas más representativos de su país y de su entorno; dimensión, en fin, de la música española en una nueva Fanfarria para la alegría de la paz, que ha compuesto para la ocasión el catalán Xavier Montsalvatge.
Mstislav Rostropovich -al que los amigos llaman Slava y el periodismo de abreviatura denomina Rostro- es un auténtico fenómeno del violonchelo, un músico profundo y trascendente convertido en mito. Después del español Pablo Casals y del ruso Piatigorski, el nombre de Rostropovich continúa la más elevada línea del violonchelismo occidental.
A pesar de su prematura calvicie, Rostropovich no ha cumplido todavía los 60 años, pues nació en Bakú en 1927. Hijo y nieto de violonchelistas, a los cuatro años inició su formación musical de modo privado y a los ocho ingresó en el Conservatorio de Moscú. En el prestigioso centro musical estudió piano, chelo, composición y dirección con maestros de la talla de Chebalin, Kozoloupov y Shostakovitch. Tenía 15 años cuando dio su primer concierto, 18 al obtener el primer premio extraordinario, 20 al recibir el máximo galardón en el concurso internacional de Praga y 22 cuando logra igual puesto en el certamen de Budapest. El violonchelista puede decirse que estaba hecho. Pasarían pocos años para que Rostropovich se alzara al nivel mítico de Karajan, Callas, Casals y Rubinstein.
Del violonchelo a la dirección
En este caso, como en los otros citados, la leyenda reposa sobre la autenticidad de unos valores. En 1955 Rostropovich se casa con la gran cantante Galina Vichneskaia, lo que da lugar al desarrollo admirable del Rostropovich pianista, primero, y del director, después. Los recitales del dúo hicieron época, y la dirección, en el Gran Teatro de la ópera de Moscú, de Eugenio Onieguin, la célebre ópera de Chaikovski sobre la obra de Pushkin, en 1967, entroniza al conductor: "La aparición de Rostropovich en su nueva faceta", escribe la crítica, es un acontecimiento extraordinario. "Slava", dirá el maestro japonés Seiji Ozawa, "no interpreta, siente". Y el propio Rostro narra: "Llegué a la dirección a través del violonchelo. Me faltaban la voz y la palabra y las encontré en los lieder y en la ópera que interpretaba Galina, mi mujer".Antes, cabría asegurar que el violonchelo de Rostropovich habla: así de expresivo y verídico era y es; así lo escucharemos en el Concierto en do de Haydn, una obra magnífica por lo sabia y sencilla escrita por el compositor austriaco en 1765, desaparecida durante casi dos siglos y hallada en 1961 por Oldrich Pulkert en el Museo Nacional de Praga.
Heredero de Chaikovski
No a un violonchelo sino a una gran orquesta hace hablar Rostropovich a través del talento creador de su amigo y maestro Dimitri Shostakovitch, en la Quinta sinfonía. Mucho se ha escrito sobre la politización obligada del compositor de El canto de los bosques, pero lo cierto es que en obras como la Quinta sinfonía se expresa con transida autenticidad como heredero de la tradición chaikovskiana y, al mismo tiempo, del gran sinfonismo centroeuropeo que cierra el período romántico y lo extiende hasta Bruckner y Mahler. El tiempo lento de la obra es un hallazgo emocional al que Rostropovich, actualmente director de la Nacional de Washington, extrae hasta la última gota de su sustancia.De la breve página de Montsalvatge, Fanfarria para la alegría de la paz, bastará decir que el músico de Gerona continúa la calidad de escritura y la seguridad de ideas de sus obras grandes. La Alegría de la paz tiene para Montsalvatge, premio Nacional de Música 1985, una medida interiorizada: no es un gesto, sino un sentimiento; no una llamada de alerta, sino la condensación de un convencimiento. La Sinfónica de Radiotelevisión Española responde a la incitación de Rostropovich -con el violonchelo, con la batuta- con la misma vitalidad que emana del gran músico: un humanista apasionado por la libertad en la vida como en el arte.
Teatro Real, que incluye el concierto del décimo aniversario de la proclamación del rey Juan Carlos, se emite por TVE-2 a las 23.10.
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