Un gol de Archibald clasificó al Barcelona
Todos los papeles que poseían los técnicos del Oporto lo consideraban mucho más fuerte que Migueli, más rápido que Julio Alberto y más peligroso que el propio Schuster. Tanto Arthur Jorge, entrenador del Oporto, como Jorge Mota, espía del conjunto portugués en Valladolid, no cesaron de contarles a sus jugadores que la única persona a vigilar era el escocés Archibald. Su gran movilidad durante todo el partido, su habilidad para jugar de espaldas a la portería contraria, para facilitar el repliegue ofensivo de su equipo,en el momento de recuperar el balón, convirtieron anoche a Steve Archibald en el verdadero salvador del conjunto azulgrana.Fue uno de los encuentros más extraños que ha disputado, sin duda, el FC Barcelona. Durante los primeros 66 minutos, el Barcelona fue amo y señor no sólo del partido, sino también de la eliminatoria.
Esa primera hora de encuentro debió cerrarse ya con ventaja azulgrana. Pero anoche volvió a producirse una de esas circunstancias que pueden acabar con todo el armazón de un equipo, que puede venirse abajo como si se tratara de un castillo de naipes. La lesión de Migueli provocó que al igual que sucediera en Valladolid, la defensa se convirtiera de pronto en la zona más vulnerable. A todo ello hay que añadir que Calderé contribuyó con su desafortunada patada hacia atrás a provocar el tembleque del castillo azulgrana.
Todavía quedaban 20 minutos de juego. El pronóstico había adquirido color blanquiazul. El Barcelona seguía comportándose como conjunto,pero sólo una genialidad de algún millonario podía hacerle sobrevivir. El Oporto, que hasta aquel momento no mostró su anunciada peligrosidad, creyó que todo estaba resuelto. Pensó que 20 minutos eran suficientes para resolver la eliminatoria. Pero surgió Archibald, su famoso quiebro, su inmensa capacidad goleadora, su zurda privilegiada, su olfato de gol, su fichaje millonario. Y resolvió el partido. Para que la decepción portuguesa fuera mayor, Juary todavía tendría la velocidad y habilidad suficiente como para empatar la eliminatoria. Restaban sólo algunos segundos de juego. Uno de los más prestigiosos entrenadores de la Liga española de baloncesto suele decir que "lo malo de perder en el último segundo no es la derrota, es la cara de tonto que se te queda". Después de 45 minutos finales de este partido, más de un portugués habrá tenido esa sensación.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.