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Quinta jornada de la Liga de fútbol

Dura lección vallisoletana para el Atlético

El Atlético de Madrid sufrió un correctivo histórico. El Valladolid le dio anoche una lección de fútbol moderno, sacrificado en el marcaje de contención, ordenado y con salidas fulgurantes al contraataque de casi todos sus hombres. El equipo de Luis, con demasiada parsimonia y hasta con una cierta sensación de absurda superioridad, casi nunca pudo cambiar su ritmo monocorde. Se perdió en sus propias carencias y volvió a confirmar, cuando parecía solucionado, que jugar en casa le resulta mucho más complicado que fuera. Ante el Celtic, al que visitará el miércoles, pasó ya muchos apuros porque el equipo escocés le agobió con su presión. Ayer la diferencia fue que el Valladolid jugó aún mejor y, encima, contraatacó con más peligro. El 1-4 incluso pudo ser mayor.El Valladolid se presentó en Madrid con un entrenador llamado Cantatore, dos laterales conocidos por Torrecilla y Juan Carlos y un extremo apellidado Peña. A primera vista, para el aficionado medio, el equipo del Pato Yáñez no debería causar excesivos problemas al del otro Pato, Fillol. Craso error. Un partido no hace una Liga ni puede suponer un desastre particular, pero algo barruntaba el presidente atlético, Vicente Calderón, cuando declaró poco antes de comenzar el encuentro: "Al menos, que ganemos". Antes se lamentó de que no iría al estadio mucha gente porque "estarán en la sierra". Luego vino más que en ocasiones anteriores, pero a enfadarse, claro.

El Atlético, aparte del gol que marcó, apenas ofreció peligro. No pudo con el fuerte orden rival. Ni siquiera Cabrera, al principio, consiguió sacar provecho de algún balón suelto entre tanto desorden propio. Ni Rubio -que sustituyó a un Da Silva perdido ante sus ex compañeros y secado por Gail- pudo caerse en la segunda parte para provocar un penalti. Arteche sí le hizo uno a Yáñez, antes del 1-3, que el árbitro no pitó, pero que fue evidente. Le empezó a agarrar fuera del área y le derribó dentro. La aplicación de la ley de la ventaja, y de la justicia, obligaba a la máxima pena. Sobre todo, comparada con tantas otras, sin peligro de gol, por balonazos a los brazos separados del cuerpo.

Pero no importó. Los dos primeros goles, que vinieron en la primera media hora como dos zarpazos, en dos minutos, se repitieron en los últimos diez. Se puede discutir el posible fuera de juego de Jorge, como pedía Arteche, en el tercer tanto, pero lo que podía haber venido antes simplemente llegó después.

La suerte acostumbra también a ayudar al que lo hace bien y el Valladolid, con un sólido sistema de contención, lo hizo. Armado con un espléndido centro de campo, en el que sobresalió, por la derecha, el internacional sub 21 Eusebio -que acabó con regates de lujo, levantando el balón estilo Pelé en uno de los goles de la final del Mundial 58, ante Suecia-, se desdobló al contraataque con una rapidez endiablada. Jorge, por la izquierda, fue tan extremo como Eusebio y Yáhez, la otra gran figura; Minguela, el eje, y el otro chileno, Aravena, aunque no hizo de cañón de América, como está acreditado, también se sacrificó en la contención, como el juvenil Peña. Detrás no sólo estuvieron firmes los centrales Gail y. Andrinúa -sobrante del Athlétic de Bilbao, pero igualmente contrastado-, sino los dos laterales, Torrecilla y Juan Carlos, espléndidos productos de la casa, no menos extremos atacantes cuando no hacían falta atrás.

El Atlético, ante todo esto, sólo ofreció lentitud y fallos. A Mínguez le quitaron todos los balones que intentó jugar cuando salió, antes de que tuviera tiempo de pensarlo. Como a Landáburu. Setién sólo hizo el gol. Quique empezó dando una patada al aire, cuando le quitaron otro balón, y acabó sustituido. La defensa soportó las escapadas y... recibió sólo cuatro goles. Hasta Fillol falló en dos, al menos. El Atlético tiene los síntomas de una infección que podría ser muy grave si el Celtic lo elimina de la Recopa, aunque sea a puerta cerrada. Calderón sí se lamentará entonces mucho más. Pronto ha vuelto la sombra del pupas.

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