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El capitán del policía que mató a un joven propuso que el agente fuera recluido en un cuartel y no en la cárcel

El policía nacional Francisco Mansilla Cubero, de 30 años, que el pasado sábado mató de un disparo al joven Miguel Colorado en Vallecas, permanecía ayer en la prisión de Carabanchel, pese a la petición que sus superiores efectuaron al juez José María Vázquez Honrubia para que fuera internado en un acuartelamiento del cuerpo. El criterio del juez es que, dado que el agente cometió fuera de servicio el presunto delito, no puede acogerse al fuero especial de la policía y debe permanecer en prisión preventiva en un centro penitenciario ordinario.

El capitán de la compañía a la que pertenece el agente había solicitado al juez que, por razones de seguridad personal del funcionario, no fuera ingresado en Carabanchel, y ofreció un acuartelamiento de la policía como lugar de internamiento de Mansilla. El juez rechazó esta oferta y acordó con Eusebio Hernández, director de la prisión de Carabanchel, que el agente permanezca en un módulo especial para evitar que sea agredido por otros internos.José María Vázquez Honrubia prosiguió ayer la instrucción de diligencias y tomó declaraciones a cuatro de los jóvenes que acompañaban al fallecido en el momento del suceso. El día anterior había escuchado la versión del policía nacional.

El relato de los hechos que ofrecieron al juez los cuatro declarantes de ayer, una chica y tres varones, comienza cuando, en la madrugada del pasado sábado, el policía nacional, de paisano y sin identificarse como tal, acusó a Miguel Colorado y a otro joven, cuando salían del pub Jamaica, de haber roto los cristales de un automóvil en las cercanías. Los dos muchachos rechazaron la acusación e intercambiaron insultos y empujones con el agente.

Acto seguido, los dos muchachos y algunos otros amigos que salían del Jamaica emprendieron el regreso a pie hasta sus domicilios. El agente, que había subido a su coche, arrolló y derribó entonces -según los declarantes de ayer, de modo intencionado por el tipo de maniobra que efectuó; y según el policía, de modo accidental- a Miguel y a una muchacha llamada Sonia.

Los cuatro testigos que ayer declararon ante el juez Vázquez Honrubia admitieron que, tras el atropello, el grupo de jóvenes increpó al policía, que había detenido su vehículo, y arrojó varias piedras contra él. Fue entonces cuando el agente disparó con su pistola, del calibre 9 milímetros, y alcanzó por la parte posterior del costado a Miguel Colorado, que aún no se había incorporado del suelo. Siempre según la declaración de los testigos de ayer, facilitada por los abogados de la acusación particular, los muchachos, al ver herido a su compañero, rodearon al agente para exigirle que le trasladara a una casa de socorro, lo que éste acabó haciendo, no sin que durante un tenso momento encañonara a todo el grupo y le advirtiera que dispararía de nuevo si se acercaba alguien.

El policía estaba muy excitado, pero sobrio, según los testigos, quienes afirman que sólo entonces se identificó como funcionario. "Soy policía y tengo autoridad para matar", dijo, según esta versión.

La acusación particular califica los hechos de asesinato y estima que existe imprudencia temeraria por parte del Estado al permitir que los miembros de las fuerzas de seguridad lleven armas fuera de servicio.

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