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Jesús Pereda, protagonista de dos finales históricas

A Jesús Pereda, el seleccionador juvenil, se le han dado bien históricamente los encuentros soviéticos. Los aficionados al fútbol' han revivido numerosas veces aquel remate de cabeza de Marcelino que supuso el 2-1 frente a la URSS en la final del campeonato de Europa de 1964, disputado en el estadio Santiago Bernabéu, el máximo galardón alcanzado jamás hasta ayer por el fútbol español. Pero pocos recuerdan, probablemente, que aquel remate del ariete del Zaragoza llegó precedido del sello de Pereda, el jugador que se internó por la derecha tras recibir el balón del lateral del Atlético Rivilla, y que centró a media altura para que Marcelino conectara su histórico remate en escorzo y lanzándose en plancha.

Más aún: Pereda abrió el camino de aquel triunfo con el primer gol que le marcó al legendario guardameta sovietico Lev Yashin, conocido en su época como La Araña Negra. Ahora, en semifinales del mundial juvenil, su equipo eliminó al soviético y se plantó en la final contra Brasil. Jesús Pereda podrá contar con orgullo a sus nietos que él intervino en dos de los tres acontecimientos más importantes en la historia del fútbol español: aquel europeo de 1964, como jugador, y esta final juvenil, desde el banquillo. El tercero fue la final del campeonato de Europa de Francia, el pasado año, en el parque de los Príncipes de París, donde España perdió 2-0 ante los franceses de Platini.

Pereda nació en Medina de Pomar (Burgos), el 15 de junio de 1938. Ahí se tuvo que llevar a sus chicos para entrenarlos durante apenas los cinco días que le dejaron preparar el Mundial de la URSS, y ahí, en su pueblo, ya le quieren rendir un homenaje público. No fue buen estudiante. Cursó hasta sexto de bachillerato, y siempre ha reconocido que, cuando tenía el libro delante, pensaba más en las jugadas que les iba a hacer a sus compañeros en el recreo. Lleva 11 años al frente de una selección cargada de problemas, que ha sufrido hasta humillaciones tan graves como las de que un presidente del fútbol profesional apareciera por una concentración, hace ya varios años, para llevarse del equipo al que entonces era jugador del Rácing, Marcos, hoy en el Barcelona. López Alonso, aquel presidente que Pablo Porta colocó como marioneta del fútbol profesional, era también el presidente del club santanderino.

Su carrera

Pereda jugó en el Balmaseda, luego en el Indauchu, y con 20 años probó en el Real Madrid de 1958, aquel Madrid de los Kopa, Marsal, Mateos, Di Stéfano, Rial y Gento. Jugó nueve partidos, le cedieron al Valladolid -equipo con el que logró el ascenso, a primera- y le dijeron a la vuelta que su compañero Segurola y él tenían que ir al Sevilla a cambio de Pepillo. Esa temporada, el Sevilla de -Segurola y Pereda le ganó 4-1 al Madrid de Pepillo y Di Stéfano. Pereda había marcado su revancha: dos de los cuatro goles. Ya definitivamente enrolado en el Sevilla, debutó como internacional contra Inglaterra, partido que ganó España por 3-0 con esta delantera: Pereda, Eulogio Martínez, Di Stefano, Peiró y Gento.

Chus Pereda estuvo dos años en el Sevilla y, luego, los ocho de su consagración en el Barcelona, donde le colgaron fama de cabecilla que él siempre ha negado. Tras el Barsa, jugó un año en el Sabadell y cerró su dilatada trayectoria profesional con sus últimas dos temporadas en el Mallorca. Pereda ganó una Liga y una Copa de Europa con el Real Madrid, dos Copas y dos Copas de Ferias -hoy Copa de la UEFA- con el Barcelona y el campeonato de Europa de selecciones nacionales.

No disputó, curiosamente, ningún mundial. Helenio Herrera, el seleccionador de su primera época, no le llevó al de Chile en 1962; en el de Inglaterra-66 tenía rotura de ligamentos, y en el 70, en México, ya había pasado su hora. Jugó 20 partidos con la selección nacional. Y alcanzó su apoteosis en 1964. Tres goles suyos en Sevilla, ante Irlanda del Norte, clasificaron a España para la fase final del campeonato de Europa. Luego, la final: marcó un gol, centró el balón para el decisivo de Marcelino, y siempre recuerda que con empate a uno le hicieron un penalti claro y le anularon otro gol injustamente. Aquél fue, sin duda, su año. Aquel europeo del 64, aunque no se le haya recordado apenas.

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