Ni los vaivenes del dólar sacan al mercado de su atonía
La insólita claridad que muestran las bolsas de valores en su actual trayectoria contrasta sensiblemente con el excesivo almacenamiento de datos, a favor y en contra, por lo que podría pensarse que la conclusión propia de esta acumulación de circunstancias se ha resuelto estadísticamente mediante una ecuación minimocuadrática. En esta ocasión, la nube de puntos parece haber escogido la zona más alejada de los extremos, y en tales situaciones no se debe dudar de la exactitud y justicia de la decisión, aunque sólo sea por salvar las tradiciones.Si tan sólo hace un par de días, con el dólar a la baja, los mercados mantenían su discreta tendencia negativa, no hay por qué dudar cuando se sigue la misma orientación con un dólar dispuesto a demostrar quién y en qué circunstancia se le puede enfrentar con más o menos suerte. Será necesario insistir una vez más en el estoicismo de los inversores, tanto institucionales como particulares, que parecen pensar que lo que le sucede es realmente lo mejor que les podía suceder.
Una coexistencia tan pacífica de falta de papel y de dinero como la actual no la recuerdan los jóvenes del lugar, y los mayores se resisten a explicar en qué año pudo suceder tal cosa, por lo que no queda más remedio que limitarse a suponer qué sucedió en aquellos tiempos en lo que casi todo era posible con tal de que alguien así lo ordenara. Y, en efecto, todos los mercados parecen obedecer a una consigna, ya que la opinión mas extendida apuesta sin restricciones por una corriente negativa del tipo de la que llevó a la bolsa madrileña una centésima por debajo del 105, sólo que en aquella ocasión había papel, y ahora su ausencia es tan notable como la del dinero. Otro factor que favorece la continuidad de esta situación es la renovación de algunas operaciones de compra a crédito que, si bien no han logrado animar los corros, al menos consiguieron que, a nivel de datos, el fin de semana resultase un poco más distendido.
De lo que fue la sesión podría resaltarse que, en el mercado madrileño, los andamios -que no tratan de apuntalar nada- han conseguido darle al parqué cierto aire de templo, y tal vez por ello en los corros todo lo que se podía escuchar era un respetuoso murmullo, ciertamente lejano del ruido que suelen traer consigo las mundanales oferta y demanda; incluso hubo quien aseguró que el corro de las matildes, celebrado bajo una lona, tuvo un aire solemne a pesar de las pérdidas.
Por lo demás, ni siquiera los pagos de dividendos que tenían que descontarse ayer pudieron animar la reunión, ya que prácticamente ninguno de esos valores cotizó. Vacesa pagaba a cuenta de este ejercicio 35 pesetas para las acciones viejas y 25 para las nuevas; como dividendo único para el año 1984, su mobiliaria Alcázar abonó 300 pesetas, y Unión Fiduciaria, 65,60; Inversiones Balboa e Inmolevante, por su parte, tienen pendientes de descontar un dividendo complementario de 20,50 la primera y de cinco duros la segunda. Parece quedar claro que la inactividad no perdonó a casi nadie, y que, salvo sorpresas, la contratación volverá a rondar otra vez la zona de los mínimos.
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