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Ecos de la tragedia del estadio Heysel de Bruselas

La victoria del Juventus, oscurecida por la barbarie

Juan Arias

No hubo ayer un solo periódico italiano, ni siquiera los de deportes, que se atreviese a destacar en el título la victoria del Juventus. Como comentó La Gazzeta dello Sport, "lo que menos nos importa es quién ganó la copa maldita". Los italianos, y concretamente los aficionados del Juventus, que esperaban hace tiempo ganarla, han demostrado una innegable carga humana. "Nos dan ganas de maldecir la copa", escribían ayer los diarios, y, definían el tan ansiado premio como la copa de la tragedia y de la barbarie" y también la copa teñida de sangre inocente".

Los periódicos se agotaron en las primeras horas de la mañana y se podía ver a la gente por la calle leyendo las páginas de la increíble tragedia, apoyando el periódico sobre un coche aparcado o sobre la barra del bar, solos, sin comentar con nadie, con caras desencajadas y haciendo consigo mismos gestos muy significativos con la cabeza y con las manos, como diciendo: "¡Esto es una locura!".No han sido tiernos los italianos con los hinchas ingleses escribiendo que los aficionados italianos fueron "bárbaramente asesinados por la furia animalesca de una muchedumbre enloquecida", como hizo uno de los diarios deportivos. Y el periódico Repubblica, en su editorial, afirmó: "Avergüénzense aquellos pueblos que, bajo apariencia de civiles, dejan sueltos por el mundo a criminales impenitentes". Pero la mayor rabia italiana ha estallado quizá contra las autoridades belgas y contra la misma UEFA. Como escribió La Gazzeta dello Sport, "no tienen excusa ni Bruselas ni la UEFA, ni tampoco merecen solidaridad".

No se supo provenir

Y ha sido éste el parecer unánime de todos los comentaristas. Se afirma, en efecto, que no se supo prevenir una "tragedia anunciada", ya que desde hace 10 años se conoce la violencia de los hinchas del Liverpool. Hubiese sido necesario, dicen, haber vendido 3.000 entradas menos y haber llevado al campo 3.000 agentes más. Lo mismo que hubiese sido necesario, dicen, cerrar todos los bares alrededor del campo de fútbol e impedir que entrasen casi todos borrachos. Se recuerda cuando el Liverpool jugó aquí, en Roma. También entonces el gobernador estaba asustado, pero se consiguió, con un plan de emergencia muy rígido, controlar la situación.

No perdonan los italianos el que se haya obligado a los juventinos a salir al campo, cuando hubiesen preferido no hacerlo, sólo porque las autoridades belgas, no preparadas, necesitaron tiempo para llevar al campo al ejército. Para los italianos fue una humillación el que se les obligase a jugar cuando estaba aún caliente en el campo la sangre inocente de sus compatriotas", como comentó por la radio uno de los cronistas desde Bruselas.

Durante toda la noche miles de familias estuvieron en vela, con ansiedad, destrozadas al no poder conocer los nombres de las víctimas, ya que de Italia habían ido al partido 15.000 aficionados. Y cuando empezaron a llegar los primeros nombres, a cuentagotas, el asombro fue conocer que no se trataba sólo de jóvenes, sino de tanta gente mayor y padres de familia, algunos de los cuales habían ido con su mujer y sus hijos.

El silencio durante horas y horas sobre la identidad de las víctimas fue otra de las cosas que no perdonan los italianos a las autoridades belgas.

Los corresponsales extranjeros en Roma comentaron ayer el ejemplo que ha dado la Prensa italiana ahondando en el nudo del problema planteado por la tragedia de Bruselas sin dejarse arrastrar sólo por una rabia más que justificada.

El diario Il Messaggero, por ejemplo, en su editorial, titulado Una barbarie absurda, puso en guardia diciendo que para justificar tanto horror no es suficiente con hablar de ineficiencia o de violencia inglesa. Este periódico también recuerda los grupos italianos con símbolos nazis, no exentos de culpa en la explosión de violencia.

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