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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Portugal, España y la CEE

Nuestro ingreso, simultáneo con Portugal, en la CEE replantea, una vez más, el problema de nuestras relaciones con el país vecino, con el que vivimos de espaldas. Esta desgraciada situación ha constituido para mí una viva preocupación hace muchos años. Ya, allá por el decenio de los años sesenta, promoví contactos luso-hispanos en varias ocasiones, desde la plataforma de Cuadernos para el Diálogo, del cual fui consejero-delegado durante los ocho primeros años de su azarosa singladura, aunque también en otros ambientes.Ahora ha resurgido nuevamente mi antigua preocupación al leer un interesante y extenso artículo del intelectual portugués Rogerio Martins (en Diario de Lisboa, 19 de marzo de 1985), bajo el título O grande desafío. Carta aberta a espanhois e tambén portugueses, escrito después de un viaje a Barcelona, donde pronunció una conferencia sobre Portugal, España y la CEE, ante 200 industriales, economistas, estudiantes y periodistas. Me ha parecido lo mejor seguir muy de cerca a este articulista, tanto por lo que dice como porque los juicios y opiniones que formula, sobre aspectos vidriosos de las relaciones entre los dos países, otorgan un especial énfasis y significado a lo que afirma, precisamente por ser dicho por un portugués.

Por otra parte, hay que destacar que el articulista dice concretamente lo siguiente: "Tenía pensado publicar este artículo en un diario español. Al menos son leídos no sólo en España, sino en Portugal, porque se encuentran a la venta en los quioscos de mi país". ¿Por qué no se publicó en un d¡ario español? Esto no lo indica, pero se puede dar por supuesta la causa o las sinrazones.

Es precisamente a partir de ese hecho, de que la Prensa portuguesa no llegue a los quioscos españoles, del que parte para señalar que es éste uno de los síntomas del desconocimiento e incomprensión que existe entre los dos países. De la inexistencia de Prensa portuguesa en los quioscos españoles -hecho que atribuye a "funcionarios de pequeña estatura o a negociantes de pequeña visión", que han impuesto una barrera a la difusión de la Prensa portuguesa en España- deduce que existen "signos concretos y prácticos de la indiferencia entre hermanos que conduce a ese estado de irritación crónica entre los dos países". Estima Martins que "de estas fricciones menores se alimenta un estado difuso de incomprensión y malestar, generalizado y morboso", que se ha recrudecido durante los últimos años.

Reconciliación activa

Hay que destacar la observación del articulista indicado respecto a un hecho, para él significativo, al decir: "Aun hoy me pregunto cómo fue posible a un estadista como Felipe González aventurarse a ir a Lisboa, en un avión lleno de ministros y directores generales, sin haber sido apercibido de la impreparación generalizada de tal viaje, que no debería haberse producido así, al menos sin que media docena de españoles, que conocen y comprenden a Portugal, y media docena de portugueses amigos de España y de la colaboración peninsular, hubiesen estado a la disposición de la Moncloa para haber indicado la forma como deberían haberse producido los acontecimientos".

Otro dato que señala es que cree que se opera con prejuicios políticos al seleccionar a los invitados por la televisión española, así como a los que han de participar en mesas redondas o en reuniones suscitadas por organismos culturales u oficiales, selección que no se lleva a cabo aplicando criterios de realismo y objetividad.

A partir de estos fenómenos, continúa Rogerio Martins sus reflexiones, preguntándose: "¿Qué se puede hacer para aumentar la comprensión y la cooperación entre los dos países vecinos. y qué se puede hacer para ayudar a vencer los obstáculos, eliminar los malentendidos y acabar con la estulticia que este anacronismo representa?". Considera, en primer término, que es necesario proponer reflexiones a los españoles y a los portugueses, "que los hagan pensar en serio en la vergüenza histórica que tal obstinada actitud representa". Y añade, enfáticamente: "Anacronismo y vergüenza histórica, y sopeso bien las palabras".

Seguidamente considera que en nuestra época, caracterizada por las reconciliaciones, como las que están teniendo lugar entre China y Japón, por ejemplo, o entre Francia y Alemania, no tienen sentido las incomprensiones entre Portugal y España, entre quienes no ha existido una guerra, propiamente dicha, desde hace unos tres siglos. Pero ha de ser una reconciliación activa, "enterrando la historia y los prejuicios venenosos que ella segrega, ahora que se va construyendo la unidad europea. Y, añade, "nuestros dos pueblos pueden ser, con una perspectiva europea, los mejores vecinos y, en términos de paz, ejemplares, ya que, en el fondo, somos dos pueblos profundamente amigos". Por esta posibilidad, que cree percibir, estima que en todas las capitales de los diez y en la eurocracia de Bruselas se espera que nos entendamos y que resolvamos bilateralmente los problemas que puedan existir (para que nuestra inserción sea suave y efectiva en la CEE) se vean resueltos sin tener que recurrir a instancias comunitarias".

"¿Es que no estamos españoles y portugueses suficientemente maduros para poder entenderse como vecinos?". Opina que "las culpas están de los dos lados. Los portugueses desconfían, aunque no debieran, y precisarían saber hablar con los españoles, con el deseo de llegar a resultados nuevos y no a partir de puntos antiguos. Los españoles desprecian, y no deberían, sino que precisarían conocer las dificultades portuguesas y tratar de entender que, aunque más débil, su vecino tiene mucho que vale la pena para establecer una alianza".

Intercambios comerciales

En cuanto al comercio bilateral, estima Martins que procede ir a un replanteamiento, inspirándose en el ejemplo de las relaciones franco-alemanas, puesto que, después de los países de la OPEP, es con Alemania Occidental con quien tiene Francia una situación deficitaria. En la actualidad, utilizando los datos de primer semestre de 1984, los países de la OPEP son los primeros acreedores de Portugal, en cuantía de un 50% del déficit del comercio portugués, siendo el segundo acreedor Estados Unidos, con un 28% de dicho déficit, y el tercer país, España, con un 9%. En cuanto al desequilibrio de la balanza comercial entre los dos países, en el citado semestre España exportó a Portugal más del doble de lo que importó, resultando un saldo a favor de España de 150 millones de dólares, cantidad que, no siendo muy elevada en sí, resulta enorme para la debilitada economía portuguesa.

Ante esta situación, estima Martins que ello debería dar lugar a un esfuerzo de atención de parte de los españoles, pensando en la oportunidad de proceder a una inversión del déficit comercial en unidades de producción o en estructuras comerciales en Portugal, con las que se podría fomentar la exportación de los bienes originarios portugueses a los países europeos. Por eso cree que deberíamos hacer un esfuerzo los dos países para sacar el mayor partido posible del espacio económico que suponen los casi 50 millones de personas que habitamos en Portugal y España, lo que nos situaría entre el grupo de los países de la CEE con un mercado más importante. El sinergismo que podrían originar tales acuerdos traería como consecuencia "un aceleramiento del progreso económico de ambos países". Pero para ello sería preciso que se considerase que "el primer deber de un lado y otro de la frontera política sería quebrar los tabús históricos y lanzarse a una tarea de cooperar a fondo en la economía y en las instituciones".

Existen otras sugerencias interesantes en el extenso artículo, que hemos procurado sintetizar con objetividad, pero me parece que con estos apuntes queda planteada una cuestión que debería dar lugar a las profundas reflexiones que sugiere el articulista comentado, a cuyo efecto será muy conveniente que se intensifiquen los contactos de todo tipo (algunos ya iniciados), de forma que la intensificación de las relaciones contribuya a que la cooperación luso-hispana sea mucho más intensa y nos preparemos conjuntamente para el ingreso en la CEE.

José María Riaza es profesor de la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la universidad Complutense.

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