México, el paraíso del mando a distancia
Emilio Azcárraga Vidaurreta, hijo de emigrantes navarros, fue el pionero de la televisión mexicana en 1950, igual que 20 años antes lo había sido de la radio. Sólo cuatro países (Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Canadá) se le anticiparon a la hora de comercializar el invento. Desde entonces la televisión mexicana ha sido un negocio privado, al que se incorporó tarde y mal el Estado. La oferta actual incluye siete canales, a los que un sistema de cable permite añadir nueve más por una cuota mensual de 2.500 pesetas.
El mando a distancia se ha convertido en un artilugio imprescindible para navegar por este laberinto de imágenes que en un 80% son de producción norteamericana, según datos de Paco Ignacio Taibo, un asturiano que lleva 27 años en el medio. La aldea universal que predijo MacLuhan será inevitablemente una aldea de Texas.Sólo tres canales son de titularidad estatal en México. El último salió al aire recientemente, en medio de la improvisación, las querellas intestinas y el despilfarro. El Ente Público Imevisión (instituto mexicano de la televisión) le responsabiliza ahora de los tres canales del Estado, en un intento de unificar criterios y competir con el consorcio privado Televisa, un pulpo que se creó en los años cincuenta con la fusión de varias pequeñas empresas y que hoy se permite el lujo de competir en el mercado norteamericano, donde posee casi un centenar de estaciones locales de habla española. En territorio mexicano cuenta con cuatro canales y la concesión del cable.
La crisis económica de 1982 le obligó a revisar sus planes de expansión, pero tres años después su recuperación parece completa. En ocasiones se permite competir y aun ganar a las tres grandes cadenas de Estados Unidos en las subastas internacionales. Así ocurrió con un concierto de la Orquesta Filarmónica de Viena que se celebrará en junio en la basílica de San Pedro en el Vaticano. El Campeonato Mundial de fútbol, que el próximo año se disputa en México, debe marcar el despegue definitivo de Televisa, que no sólo ha adquirido los derechos de transmisión sino que controla también todo el aparato organizativo.
Su concepto de la televisión es básicamente mercantil. Se trata de un soporte publicitario costoso que para financiarse y generar ganancias necesita llegar a la máxima audiencia. La fórmula más segura es ofrecer espectáculos de consumo masivo: sobre esa base se apoya la programación del canal 2, el canal de las estrellas, heredero del que creó Emilio Azcárraga hace siete lustros.
A partir de este planteamiento cabría pensar en una empresa políticamente neutra. La realidad es otra. Televisa refleja con exactitud el encantamiento que provoca el american way of life entre las clases medias y altas de México. El modelo que imitar es la democracia estadounidense y sobre todo su sistema productivo de libre empresa. Salvo en las disputas políticas directas con Washington, a veces muy ásperas, todo lo que viene del Norte es bueno.
Esta filosofía entra en frecuente conflicto con el nacionalismo revolucionario que proclama el partido gobernante. La izquierda marxista ha pedido en varias ocasiones desde sus escaños del Congreso la nacionalización de Televisa, idea que a veces suena grata incluso al Gobierno.
Una campaña particularmente intensa en este sentido se desató a finales de 1982, después de que un agónico López Portillo decidiera estatalizar la banca. El propio presidente se encargó de tranquilizar en un almuerzo privado a Emilio Azcárraga hijo.
Para el sector privado mexicano, que defiende un modelo político y económico de corte neoliberal, sin una injerencia del Estado que considera excesiva a todos los niveles, es obvio que Televisa es más importante que la propia banca.
Mensaje ideológico
El mensaje ideológico de Televisa encaja con la oferta electoral del Partido de Acción Nacional (PAN), un grupo de derecha amigo de los republicanos estadounidenses, pero sus directivos han tratado con exquisito cuidado de no mezclarse en la lucha política de cada día. Un error de esta naturaleza sería su sentencia de muerte. De ahí que la televisión privada maneje las dosis necesarias de adulación al poder, más exactamente al presidente de turno, para luego mostrar un proyecto de sociedad que poco tiene que ver con el del Gobierno.En su própósito de llegar a todos los grupos sociales, a fin de copar la audiencia, Televisa ha especializado a sus cuatro canales después de un cuidadoso estudio de mercadotecnia. No se trata de mediatizar o elevar los gustos del público, sino de atenderlos con exactitud. El canal 2 refleja esta filosofía hasta las últimas consecuencias.
La hora de mayor audiencia (de 21.00 a 22.30 horas) está consagrada con carácter casi exclusivo a las telenovelas de producción propia, historias interminables de enredos amorosos, en la mejor escuela de los folletones periodísticos o los seriales de la radio.
El desenlace puede convertirse en noticia de primera página para los periódicos, y las encuestas de audiencia demuestran que estos relatos atraen a sectores amplísimos de la sociedad, desde analfabetos y grupos marginales hasta las clases altas.
El canal de las estrellas combina las telenovelas con los grandes musicales de producción propia, filmes mexicanos intrascendentes, algún que otro espacio de humor autóctono, concursos y extensos programas informativos, dirigidos desde hace 25 años por Jacobo Zabludowsky, el gran gurú de la noticia televisiva. Éste es el mundo de la gente bonita, jóvenes rubios y esbeltos en medio de una sociedad mestiza, donde la mayoría es bajita y de tez morena. El nacionalismo no pasa del folclor.
Canal de nostalgia
El canal 4 es el de la nostalgia. Su programación se apoya en viejas películas de cuando Hollywood era una fábrica de sueños, intercalando alguna ranchera típica. El más norteamericano de todos es sin duda el 5, donde lo único mexicano, aparte de algún partido de fútbol, es el personaje de Speedy González, un ratón superrápido al que Walt Disney dio acento chicano. Únicamente Marco Polo ha roto el monopolio estadounidense, que se extiende a todos los espacios infantiles. Un niño mexicano ve las mismas aventuras que otro de Denver.La guinda cultural de la cadena Televisa es el canal 9 (antiguo 8), que distribuye una cultura ínformatizada y robotizada, donde el vídeo se ha convertido en el rey. Algunos espacios de gran calidad le sirven a la empresa para ocultar su imagen mercantilista. Las conversaciones con el poeta y ensayista Octavio Paz, contratado durante casi un año a razón de un millón de pesos por programa, fueron un lujo incluso para los detractores del premio Cervantes.
El debate que dirige cada día el omnipresente periodista Jacobo Zabludowsky y las entrevistas nocturnas de Félix Cortés Camarillo constituyen la excepción para una oferta global bastante garbancera en la televisión mexicana.
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