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Finales de los torneos europeos de balonmano

El Barcelona ganó la Recopa en el último segundo

Faltaba un segundo. Fue una jugada ensayada, de las de pizarra. Serrano lanzó el balón bombeado sobre la defensa soviética; Sagalés voló desde el extremo al centro del área y, con una mano, apenas lo desvió hacia la red, justamente en el momento en el que el reloj llegaba a los cero segundos. El Barça, por segunda vez en su historia, era campeón de la Recopa de Europa de balonmano gracias, esta vez, al valor doble de los goles en cancha ajena en caso de igualada en el cómputo global (en Moscú había perdido por 30-23). Fue un triunfo dramático, emocionante, justo y que demuestra que, con el público a favor y una defensa serena, cualquier resultado se puede remontar.Valero Ribera y sus hombres no habían perdido la ilusión. Durante toda la semana estuvieron repasando el vídeo del partido de ida en una terapia de grupo que ayer dio sus frutos, de forma inesperada, pero jugosa; Sabían que la defensa era fundamental. Pero los comienzos fueron difíciles, casi desesperantes. A cada gol del Barça los soviéticos respondían con otro.

El CSKA jugaba de forma machacona, circulando a la perfección y facilitando balones al rapidísimo extremo Kiyaev, que los colocaba por angulos inverosímiles, ante la desesperación de De Miguel. La defensa mixta (unas veces 6-0 y otras 5-1) planteada por Ribera no daba sus frutos, el contraataque barcelonista tampoco funcionaba y la eliminatoria estaba muy cuesta arriba, pese al aliento del público.

A los 17 minutos todo cambié. Papitu, muy nervioso durante todo el encuentro, puso el marcador 9-8 y los soviéticos se vinieron abajo de forma sorprendente. Quizá acusaron el calor y el ambiente. Lo cierto es que el Barça. tomó conciencia de que aquello era posible y aprovechó los 17 minutos que faltaban para el descanso para situarse a sólo dos goles de la gloria (16-11).

Fezjula puso por primera vez al Barça a un tiro de piedra de la Recopa nada más comenzar el segundo tiempo y el Palau se convirtió a partir de aquel instante en una auténtica olla a presión. Los jugadores del CSKA, habitualmente fríos, se contagia ron de los nervios. Comenzaron a mirar al marcador electrónico con el rabillo del ojo, a discutir entre ellos y a hundirse, de nuevo, en el aspecto físico. El Barça, por el Contrario, sacó las fuerzas de lo más recóndito. A falta de un minuto, Papitu puso el marcador en 26-20. El balonmano, un deporte que parece aburrido para el espectador, recibía la anfetamina excitante de la incertidumbre. Cuando Sagalés marcó el último tanto pocos sabían que el Barça era campeón por sus tres goles de más en Moscú.

Una gran victoria para una gran final, muy diferente a la del año anterior, frente al Esloga Doboj, de Yugoslavia, en la que el Barça ya había condimentado el título de antemano al conseguir que fuera a partido único.

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