Copenhague, totalmente paralizada por las huelgas
Copenhague, capital de uno de los países occidentales de más elevado nivel de vida hasta hace muy pocos años, parece estos días la capital de un país tercermundista cualquiera, con las masas en las calles, enfrentamientos entre manifestantes y policías y toda la actividad prácticamente paralizada. La serie de huelgas "salvajes" en los autobuses, los ferrocarriles, las gasolineras y los servicios postales y la incorporación de nuevos sectores al conflicto, así como una agudización de las contradicciones entre Gobierno y los trabajadores, es el salto más inmediato de la resolución aprobada por el Parlamento obligando a la suspensión de una huelga que había empezado la semana pasada cuando las negociaciones entre la central de trabajadores y la Asociación de Empresarios quedaron interrumpidas por imposibilidad de ponerse de acuerdo.
Una mayoría accidental de 85 votos contra 80, permitió al Gobierno conservador minoritario de Poul Schulter, la aprobación en una sesión extraordinaria del sábado por la noche, de un paquete de medidas destinadas a resolver el conflicto y que recogían un aumento salarial del 2% para los próximos nueve meses y reducían la jornada de trabajo semanal de 40 a 39 hora semanales. Las medidas sólo consiguieron un endurecimiento de la posición de los trabajadores.
Las sindicatos acusan al Gobierno de haber tomado partido por los empresarios en perjuicio de los trabajadores, y de haber ido desmantelando en sus dos años de Gobierno el sistema de seguridad social (welfare state) que los gobiernos socialdemócratas construyeran en varios años. El partido socialdemócrata que lidera Anker Jorgensen, así como los demás partidos de izquierda, han criticado duramente al Gobierno conservador.
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