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Una esperanza rota, un escenario para mañana

El deterioro de las previsiones gubernamentales, especialmente en lo que se refiere al repunte inflacionista, influye negativamente en el mercado, como ya era previsible, y los operadores olvidan sus expectativas alcistas para apostar por una tendencia a la baja. Las órdenes de venta, que estaban más o menos contenidas a lo largo de las jornadas precedentes, salieron al parqué con muchas prisas y menos concierto. Las grandes instituciones parecen haberse cansado de aguantar sus títulos, tal como han venido haciendo hasta hora, mientras esperaban cualquier cambio positivo del clima bursátil.Así las cosas, el volumen de negociación ha subido a causa de esa presión del papel, lo que no supone muy buenos augurios a corto plazo. Los analistas consideran que al truncarse las previsiones de alcanzar un incremento mínimo en el índice de precios al consumo para febrero se abren altas posibilidades de que termine la época de descensos en los tipos de interés, ya que el Banco de España podría verse obligado a endurecer su política monetaria. Máxime si se tiene en cuenta que el exceso de liquidez es otro elemento tradicionalmente inflacionista.

Quizá no sea necesario recordar que la semana pasada se hizo público que los activos líquidos en manos del público se habían incrementado un 20,6% en febrero, superando ampliamente la banda de fluctuación prevista por el Gobierno, y que oscila entre el 11,5% y 14,5%. Al mismo tiempo, el agregado monetario M3 (efectivo en manos del público más depósitos a la vista y a plazo) aumentó un 8 % frente al previsto 11%.

Esto viene a suponer la creación de unas peligrosas tijeras, que reflejan una falta de dinero en manos de los particulares y un exceso en manos de las instituciones. Ésta puede ser la razón por la que los ahorradores no se acercan estos días a la bolsa, ya que una buena parte de ellos debe de estar atenazado por compras realizadas a altos precios hace mes o mes y medio, mientras que los grandes inversores tienen aún la teórica posibilidad de nadar y guardar su ropa.

A ello habría que añadir, en justicia, los deficientes datos de coyuntura que hablan de un descenso importante de las exportaciones -que deberá agravarse a partir de ahora con un dólar más barato (o con una peseta más cara, que viene a ser lo mismo)-, así como las otras amargas realidades que el ministro de Economía y Hacienda, Miguel Boyer, confirmó el martes pasado.

Ante esta situación, las favorables repercusiones que podría tener en el ámbito económico la no aplicación del impuesto sobre el valor añadido (IVA) a los intermediarios financieros puede pasar sin pena ni gloria ante el riesgo de que la introducción de este tributo relance todavía más si cabe las tensiones inflacionistas.

Los vientos, pues, no son muy positivos para la bolsa, que terminó por cotizar a la baja, además, las noticias negativas sobre la ralentización en los intercambios de activos por parte de las compañías eléctricas, al tiempo que el corro bancario aparece totalmente fuera de juego después de los cambios introducidos en la contratación por la caja del ordenador.

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