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Reportaje:La reinserción social de los 'etarras'

Adiós a las capuchas

La recuperación de la vida cotidiana vasca, lo más apreciado por los jóvenes que vuelven del exilio Desde que los poli-milis de la VII Asamblea se despojaron públicamente de las capuchas y entonaron su adiós a las armas entre gritos de "Gora Euskadi", unos 250 activistas y colaboradores de esta y otras ramas de ETA se han incorporado libremente a la sociedad vasca bajo el compromiso de renunciar a la violencia. Aquel día, el 30 de septiembre de 1982, ETApm hizo su última representación social en un frontón próximo a una localidad vascofrancesa, posando sonriente, afeitada y adecuadamente vestida, ante los medios informativos internacionales. Dos años después de aquella decisión, las armas y el exilio no son más que un viejo recuerdo.

J. L. BARBERÍA Juan Miguel Goiburu, Gohierri, 15 años en ETA, estudia Derecho, trata de perfeccionar su euskera y huye al monte en cuanto tiene unas horas de ocio. Sus arnigos co:mentan que el día que regresó por primera vez en muchos años a Ordicia, su pueblo natal, Gohierri detuvo bruscamente el coche, permaneció unos segundos con el dedo en alto, extasiado y, sin articular palabra, apuntando al pico del Aitzgorri.

José María Zubeldia ha reconstruido un caserío, porque "no se puede vivir si no tienes enfrente montes y árboles". Muchos de estos hombres jóvenes que han abandonado las armas han elegido las poblaciones grandes para establecerse, como si sus localidades de origen se hubieran quedado pequeñas, y eso sí, huyen del papel del ex etarra. La mayoría milita o simpatiza con Euskadiko Ezkerra, y uno de ellos, José María Lara Fernández, Txepe, trabaja liberado para este partido en Navarra.

"Los milis", ha dicho Joseba Aulestia, "han llevado siempre un retraso de cuatro o cinco años respecto a nosotros, pero con el tiempo tendrán que admitir que ésta es una solución muy honrosa para ellos y muy positiva para Euskadi. Nosotros", ha añadido, "deberíamos patentar este invento, porque es el precedente más valioso de los intentos de normalización". Después de más de 10 años de activismo armado, Zotza y Goyerri están ya convencidos de su buena estrella. Para disipar cualquier duda, Goyerri visitó a Maritxu, la bruja buena de Ulía, a los pocos días de llegar a Euskadi. "¡Hijo mío, tú has nacido de pie", dicen que dijo Maritxu a Goyerri nada más echarle la vista encima.

Alguien ha dicho que lo peor de ETA es haber acostumbrado a los vascos a la muerte ajena. Así pues, "las gentes de ETA no son reheldes sin causa que actúan por móviles personales y con ánimo de vengarse en una sociedad qué lo margina, ni elementos extremistas radicalizados a partir de la asunción de determinadas teorías políticas. Son jóvenes normales que ingresaron en ETA llevados por una experiencia o por análisis muy elementales".

Un círculo cerrado

Los miembros de ETA refugiados en Francia no se encuentran aísiados socíalmente: reciben periódicamente la visita de sus familiares amigos y conocidos; leen la prensa, oyen la radio y ven la televisión vasca y española. Sin embargo, la falta de contraste directo con la realidad y la propia dinámica de una organización clandestina los conduce irremisiblemente al agarrotamiento político. "En el momento en que te exilias activas un mecanismo inconsciente que selecciona únicamente las referencias positivas que justifiquen tu situación y tus objetivos; te alimentas ideológicamente de lo que te interesa y rechazas la realidad cuando ésta no encaja con tus ilusiones. Descalificas sistemáticamente a todos aquellos que no están en tu bando y al final entras en un círculo cerrado. Salir de ahí, comprender que tu organización no es fundamental para Euskadi, admitir consecuentemente que la gran mayoría del pueblo vasco rechaza la violencia es", indica Joséba Aulestia, "entrar en un proceso personal muy duro para todos aquellos que hemos militado 24 horas en ETA durante muchos años".

Iñaki Alberdi señala que la autodisolución de ETApm VII lo ha llevado a ser mucho más crítico y reflexivo: "Yo nunca he sido un teórico, me fiaba de una serie de personas que estaban mucho más preparadas. Por eso, cuando empezaron a dudar, yo y otros nos sentimos desconcertados. De repente nos quedamos al descubierto sin el paraguas ideológico de la dirección; así que tuve que ponerme a leer y a pensar como no lo había hecho antes. Descubres muchas cosas: por ejemplo la actitud de tus antiguos compañeros de organización, que intentan continuar la lucha armada, las amenazas y las peleas con algunos milis en Euskadi norte te ayudan bastante".

Fernando López Castillo, Txiki, subraya que es mucho más fácil entrar que salir de ETA. "No sólo por el espíritu de cuerpo y por el aislamiento político y personal que trae consigo la clandestinidad, sino también porque la organización te impone un círculo afectivo. Uno de los que decidieron seguir era amigo mío desde que yo tenía cinco años. Hemos estado juntos en todas partes y ahora nos hemos separado. Las rupturas de tipo afectivo complican mucho la da. Hay también parejas que se han separado por lo mismo. Ahora todos tratamos de romper este círculo afectivo para ampliarlo". Fernando López Castillo, Joseba Aulestia y Luis Emaldi, entre otros, decidieron tener descendencia -"los hijos de la tregua"- inmediatamente después de decidir el abandono de la actividad armada. Algunas parejas se han casado y otras se han separado nada más regresar a Euskadi.

Tribu del Amazonas

"Cuando llegué a Vitoria", indica López Castillo, "tuve dos sensa ciones: primero la constatación de que había vivido una larga expe riencia de aislamiento, y segunda, que me resultaría fácil recuperar los contactos, las costumbres y el ritmo de vida anterior. Entraba en los bares de mi barrio y la gente, incluida la de HB, me saludaba; me parecía que había estado allí toda la vida. Luego, el encuentro en la calle con los adversarios políticos te despierta la idea de la reconciliación".

"A mí, sin embargo", intervie ne José María Lara Fernández, Txepe, "me ha resultado difícil afrontar el compromiso de una estabilidad afectiva y es ahora cuando empiezo a pensar en lo que significa crear una familia. Hace sólo seis meses estaba entusiasmado con la idea de convivir durante un año con una tribu del Amazonas para realizar un reportaje sobre el proceso de eliminación de esos grupos sociales, pero ahora ya no lo tengo tan claro. Creo que este proyecto es una forma de retrasar el enfrentarme a ese reto personal, una forma de resistencia".

Juan Miguel Goiburu, Goyerri, indica que la naturalidad con que lo han acogido sus vecinos es una de las cosas más hermosas que le han sucedido a su regreso. "Yo vivo en San Sebastián, aunque trabaje en Olabarría; por cierto, uno de los pueblos más bonitos de Guipúzcoa; y hasta hace muy poco estaba convencido de que mis vecinos no sabían nada de mí, porque su comportamiento, normal y correcto, no manifestaba ninguna actitud especial. El otro día me enteré de que el vecindario conoce mi vida y milagros desde el primer día que entré en la casa".

"Muchos de nosotros", afirma Fernando Lóvez Castillo, "hemos sabido siempre que la lucha armada no era para toda la vida, sino un mero instrumento para la consecución de determinados objetivos. El estatuto de autonomía representaba para nosotros la constitución de Euskadi, es decir, formaba parte del cuadro de libertades democráticas de Euskadi. Su aprobación llevó a algunos miembros de la organización a plantearse el abandono de las armas, pero esta propuesta quedó suspendida por las dificultades que existían entonces sobre la interpretación y aplicación del estatuto. Nuestra decisión de disolvernos arrastró en principio a sólo un tercio del conjunto de ETApin, pero al final casi todos los poli-milis se han acogido a las medidas, salvo esos pequeños grupos que tratan de continuar".

Juan Miguel Goiburu apunta que en ocasiones el discurso de ETAm se asemeja al de los movimientos de liberación nacional de los países tercermundistas. "Pero claro, en Euskadi nadie está dispuesto al sacrificio y al enfrentamiento total, como lo estuvieron los iraníes que se colacaban desarmados ante los tanques del sha. Al contrario, la gran mayoría de los que gritan ETA jarraitu (ETA continúa) no están en absoluto dispuestos a entrar en la guerra. Hay, pues, inconsecuencia. La lucha armada se convierte así en un juego de artificio permanente, en un teatro que simula una guerra inexistente para la gran mayoría del pueblo vasco".

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