_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pecios

(Unamuno y Juan de la Cruz) "Arlanzón, Carrión, Pisuerga, Tormes, Agueda, mi Duero, lígrimos, lánguidos, íntimos, / espejando claros cielos, abrevando pardos campos, susurrando romanceros...".Aquel irregular y a veces tan pedantesco poeta que fue don Miguel de Unamuno no vacilé en dejar caer sobre las aguas de los ríos que cantaba todo el abuso de la facilidad formal, recreándose en ella hasta llegar literalmente a columpiarse en la dactílica hiperritmia de los tres adjetivos esdrújulos.

Sin embargo... -ioh, sin embargo!- no puedo sustraerme a la sospecha de que el híspido látigo del dáctilo no podría haberse transfigurado en un tan desmayado y cálido abandono como el de ese "lígrimos, lánguidos, íntimos" más que inspirado por el secreto ardor de una sensualidad capaz de conservar su más aguda receptividad aun embozada tras la ascesis de una hirsuta conciencia puritana.

No es el refitolero y exquisito Juan de la Cruz, sino el esquinado y esquinoso don Miguel de Unamuno, quien nos da, así, la más genuina muestra de cómo la ascesis, la renuncia, pueden celar una incondicional fidelidad a la carne,, a la felicidad ausente y añorada, sometida a interdicto de conciencia por la visión de un mundo flagelado por la muerte y el dolor.

Mientras el imperturbable frailecillo carmelita, gélido, insípido al par que empalagoso, como un helado-polo de agua mineral azucarada, acierta a simular con los habilidosos acordes de una lira magistralmente tañida una sensualidad de la que carece por completo -y cuya total abolición implícitamente aprueba, al aceptar sustituirla por su alegórico, estilizado y esterilizado fingimiento, dulzura profesional, como la dulzura a sueldo de una enfermera diplomada-, el desabrido catedrático deja escapar entre sus tantas veces broncos, tropezosos y preceptivos versos el secreto de un intacto hedonismo adolescente.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_