Los viernes de Verdi
A la avalancha operística por la que atraviesa TVE (Forza del destino del pasado sábado, especia les dedicados a los divos, publicidad operística, etcétera) se ha sumado, desde el pasado viernes, la serie Verdi, coproducción italo-franco-anglo-alemana dirigida por Renato Castellani.Si el medio televisivo se adapta mal a las exigencias musicales y escénicas de la ópera -en primer lugar, porque no emitiendo en estéreo la calidad de recepción no es buena; y, en segundo porque la escena hay que vivirla en directo, o de lo contrario pierde su poder de fascinación-, en cambio, tiene un gran camino por recorrer en la divulgación musi cal, tanto de carácter biográfico como es el caso de esta serie como en otros terrenos menos experimentados.
La figura de Giuseppe Verdi (Roncole di Busseto, 1813-Milán, 1901) se presta enormemente a ser abordada por la televisión: sus orígenes humildes, su trayectoria política, sus ardores román ticos, su carácter hosco y tímido y su contrastada vida, llena de grandes éxitos y también de grandes tragedias, proporcionan ele mentos suficientes para construir un guión que mantenga vivo el in terés. En definitiva puede decirse que la misma biografia de Verdi según nos ha llegado a través de sus cartas y de la Vita aneddotica de Arthur Pougin, es televisiva.
Pero precisamente esta carac: terística encierra a la vez el riesgo de una gran producción sobre el compositor parmesano. Es fácil cargar las tintas, por ejemplo, en los ideales políticos del risorgimento italiano, que, si bien fueron sentidos por Verdi, más lo fueron en realidad por sus libretistas (como Solera, encendido patriota) y por el propio público que, a partir del gran éxito de Nabucco, identificó los dramas individuales representados con el drama histórico que vivía la unificación del país. Verdi supo entrar en sintonía con su época, más que reinterpretarla para la posteridad. Y es ahí donde puede resultar difícil mantener el equilibrio de la serie.
A juzgar por el primer capítulo, sin embargo, el guión ha sido escrito con enorme rigor. El recurso del narrador, que puntualiza detalles y justifica licencias, da un inteligente carácter pedagógico que en nada desvirtúa la acción.
Es más: el narrador interviene a veces en el diálogo de forma puntual para esclarecer un aspecto necesario para la comprensión del público, pero que en boca de los protagonistas parecería artificial. Con ello, a tenor de la primera muestra, se consigue un excelente equilibrio entre información y diversión.
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